Todas las noches John Dee soñaba a una mujer. Esa mujer tenía la belleza de lo que no se tiene. En sus ojos había luz de llamas; su cuerpo era sinuoso y moreno como un río de aguas oscuras.
Una noche entre todas aquellas noches John Dee vio a esa mujer. No la miró en su sueño: la tuvo frente a sí, de carne carnal y huesos sin sospecha de la muerte.
La mujer se le ofreció a John Dee. Cerró sus ojos de pira y entreabrió las piernas igual que se abren las puertas de un vedado paraíso. Pero el filósofo la rechazó. Le dijo:
-Me enamoré de ti en el sueño, y no quiero que ese amor termine al hacerse realidad. Prefiero mirarte en sueños vestida con el azul dorado de lo que no se alcanza, que verte desnuda en mis brazos con el gris opaco de lo que ya se consiguió.
¡Hasta mañana!...