En el Potrero de Ábrego es invierno.
Se han cubierto los pinos de la sierra con polvo hecho de hielo. Tiritan las hojas del yerbanís y tiembla el cedro. El aire es tan delgado que no podría sostener a un colibrí en vuelo.
Están en la cocina los hombres todo el tiempo. Sus mujeres les sirven taza tras taza de café, y ellos lo beben en silencio. Llega la noche. El viento erizado coyote, no deja de ulular. La lechuza hace: "Uh, uh'' en una rama del álamo viejo. Se mete su voz por las rendijas y los niños vuelven los ojos a su madre, asustados e inquietos. Ella sonríe sin alterar el ritmo con que pasa la plancha sobre el mantel de flecos. Los niños se tranquilizan y dormitan a ratos frente al fuego.
Se apaga en la chimenea, silencioso, el último leño. Un rayo de su muriente luz alarga la sombra del ropero. Duerme la tierra; duermen los hombres y las cosas; duerme el cielo... En el Potrero de Ábrego es invierno.
¡Hasta mañana!...