-¡Que viene el lobo, que viene el lobo! -gritaba aquel pastor.
Los otros se alarmaban y corrían a defender sus rebaños. Mas no llegaba el lobo: el pastor había dicho una mentira.
Días después volvía a gritar el mentiroso:
-¡Que viene el lobo, que viene el lobo!
Corrían los pastores otra vez, y otra vez regresaban engañados.
Acabaron por ya no hacer caso del pastor, porque mentía siempre. Una mañana les gritó:
-¡Que viene el lobo, que viene el lobo!
Nadie corrió. Pero era cierto que venía el lobo. Llegó e hizo matanza de ovejas y pastores.
Esta fábula tiene una moraleja que los fabulistas, tan morales, no podrían imaginar. He aquí esa moraleja: el hecho de que alguien diga mil mentiras no quita que algún día pueda decir una verdad.
(Y viceversa).
¡Hasta mañana!...