La jacaranda abre sus flores. Con ella empieza a despertar la primavera igual que señorita desvelada. Bosteza algunos pétalos de azul, y luego abre las cortinas del mundo para que llegue el sol.
El sol se mete en todas las rendijas de la tierra, y ésta se pone húmeda con la caricia, y su vientre se da al milagro de la fecundación. Sin ruido se rompen las semillas en la penumbra del seno maternal, y las briznas de hierba se abren paso por entre los laberintos de la piedra para salir al resplandor del día.
Todas las criaturas terrenales tenemos sed de auroras. También los hombres germinamos. En nuestro pecho late una semilla y pugna por pasar de las tinieblas a la claridad. Nuestro destino no es la noche, sino el día. Como el árbol busca el sol y tiende a él sus ramas, así nosotros buscamos a tientas nuestro camino hacia la luz.
¡Hasta mañana!...