Con su vida nos enseñó Cristo una lección; con su muerte otra.
La suprema enseñanza que nos presenta la vida de Jesús es el amor. En esa sola palabra pueden resumirse todas sus obras y toda su predicación.
El magisterio que nos ofrece la muerte del Señor es -paradójicamente- que no hay muerte. Su resurrección es gloriosa victoria que nos anuncia nuestra resurrección: si estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, y si Jesús -como nos dice nuestra fe- es verdadero Dios y verdadero hombre, entonces los hombres resucitaremos igual que Él.
Tales son las supremas enseñanzas del cristianismo: el amor y el triunfo eterno de la vida. Si verdaderamente amamos no habrá muerte para nosotros. El amor a Dios en sus criaturas nos llevará a la vida que no tiene final.