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M I R A J E S

L U N E S

Con el tema del hombre se comienza y no se acaba. Es, en todo caso,

el más pequeño de los dioses, pero él siempre se ha creído el mayor. Será

porque él los hace, aunque si estuviera en su mano hacerlos, no los haría

pero, no los hace con sus manos, los hace con su miedo, y su miedo no

tiene límites, por eso los dioses tampoco. Aclaremos: estoy hablando de los

dioses, no de Dios. Allá cada quien con el suyo.

Si el hombre fue primero y fue solo, en cuanto se fue enterando de

ello comenzó a asustarse hasta de su sombra: el hombre no intentó

sobreponerse a sus miedos hasta que le llegó la varona, con la que, sin

saber por qué, cosa que después supo con gusto, sabía que tenía que

quedar bien. Quedar bien en cuanto a eso, sus miedos únicamente y en

ninguna otra cosa, pues en cuanto a emperejilarse, bañándose, por ejemplo,

tenían que pasar siglos para acercarse a ello, pues según parece, allá

por los 1600, la reina Margot de Francia tuvo que arrinconar a Enrique

de Navarra diciéndole: Bueno, ¿me quieres o no me quieres? para hacer lo

que te pido: ni siquiera bañarse en su noche de bodas sólo acceder para tal

acontecimiento a lavarse los pies, por cuyo aroma sus partidarios lo

encontraban siempre cuando se les perdía llevado de su valor en medio

de las batallas.

M A R T E S

Acaso ?Los Miserables? sea la novela más leída a de el escritor

francés Víctor Hugo, pero, en su momento escribió cartas a su novia que,

entonces sólo ella leía, pero que ahora puede leer cualquiera, después de

casi doscientos años de haber sido dirigida a su amada Adela:

?Perseguido e importunado por todas partes, te escribo a toda prisa

algunas palabras, Adela mía, y espero que las pruebas de p´lena confianza

que te he dado esta mañana te habrán calmado lo bastante para que esta

carta sea útil. Si pudieses suponer hasta que punto te amo, concebirías

también te estimo. Todo se reduce a saber si dudas de mi eterna e inviolable

adhesión, en este caso, ¿de qué manera quieres que te la pruebe? Habla y te

obedeceré.

Creo, Adela mía, que estás enteramente tranquila en cuanto a mí sé

refiere; te daré todas las pruebas de confianza que esté en mi poder el darte,

y te juro que estar´s informada como yo mismo de cuanto me concierna.

Desearía, amiga mía, exhortarte a la paciencia; pero, ¡suena tan mal

esta palabra en mi boca! No puedo ofrecerte ningún consuelo en tus penas

que también son mías, ninguna compensación para tus dolores, de los

cuales sufro tanto como tú. En cuanto a mí, Adela mía ? y hablo únicamente

para mí sólo, sea cual sea fuere la posición en que me halle, - no seré nunca

enteramente desgraciado mientras pueda creer que me amas aún.

Adiós, cree en mi estimación y en mi respeto, no puedo decirte otra

cosa más, sino que desearía que pensaras tan bien de mí, como yo pienso

de ti. Ves que repito siempre lo mismo, porque pienso siempre lo mismo.

Perdona esta larga carta que procuro prolongar lo más que puedo; ¡me

cuesta tanto decirte adiós!

Escríbeme con toda la frecuencia que puedas y quema mis cartas;

creo que la prudencia lo exige. Adiós, adiós . . . Sobre todo ¡no quemo jamás

las tuyas!

M I E R C O L E S

Georges Clemenceau fue, durante algún tiempo, director del periódico

?Justice? y a un nuevo redactor le puso en antecedentes así:

?Amigo mío, escribir en este periódico es cosa fácil: sujeto, verbo y

complemento. Y antes de añadir algún adjetivo, consultarme siempre. Los

adjetivos los elijo todos yo.

Y en la redacción del mismo periódico, en vista de cómo brillaban los

redactores por sus muchas ausencias y cortas presencias, puso este aviso:

?Se ruega a los señores redactores que tengan la amabilidad de no

marcharse antes de llegar?

Clemenceau había sido, en su juventud, muy revolucionario. En su

madurez fue presidente del Consejo de Ministros. Y un periodista en rueda de

prensa le preguntó: ¿Qué piensa ahora el señor presidente acerca de las

revoluciones? A lo que contestó: Exactamente lo mismo que pensaba a en mi

juventud. Con una sola diferencia: que ahora lo pienso desde el otro lado.

J U E V E S

En pos de descanso, invitados por Vidal y Lupita entramos a la

carretera del también llamado ?Estado Grande?, Chihuahua. La verdad, ya

quisieran Coahuila y Durango, tenerlas iguales. Para recibir el visto bueno

de conductor, no de ningún gobierno sino de su papá, Alejandro, mi nieto,

conducía uno de los vehículos en este viaje de 3000 kilómetros, la mitad de

ida, y la mitad de vuelta. La verdad no había para qué, pues maneja con

mucha seriedad y, por lo tanto, con mucha seguridad. Llegamos de un tirón

a El Paso, donde descansamos. Saludamos a Miguel, mi hermano, Carmen

su esposa y a los sobrinos, y dejamos saludos al resto de la familia,

prosiguiendo muy temprano al día siguiente nuestro viaje que nos llevaría a

?Ruidoso? que es el más silencioso en yo haya estado y donde ni siquiera

los automóviles hacen ruido, pero como todos íbamos buscando descansar,

Elvira principalmente, tal situación nos cayó de perlas. De todas maneras,

como tampoco íbamos a exagerar y llegamos temprano, nos fuimos a jugar

a las máquinas que tienen allí los indios, y que ya quisieran los nuestros de

San Cristóbal, lo que para eso llevábamos y ni un centavo más, que es la

única manera de no picarse, y luego a cenar para después irnos a nuestra

cabaña a dormir hasta un buen despertar.

Lo que te digo de silenciosos es cierto, y aquí se oyera el vuelo de una

mosca, si la hubiera. Tanto es el silencio que aquí sólo el que no quiere no

descansa, es decir, no logra ?un buen dormir?.

V I E R N E S

Ya cerca del medio día, para hacer hambre, seguimos carretera

adelante sin mayor prisa, hasta llegar aun pueblo de pocas casas y algunos

corrales que resultaron corresponder al pueblo donde naciera Billy The Kid,

el Pancho Villa de nuestros primos del cual Hollywood se ha encargado

cada equis años de darnos una nueva versión de su vida y balaceras.

La casa donde dizque vivía está muy bien cuidada por una pareja

donde el hombre desciende de españoles cuyos ancestros llegaron por allí

hará trescientos años, es decir, desde que todo aquello era nuestro, hasta

que nos sucedió como a Irak.

La idea había sido subir hasta donde esquían para que Ale y Ana

Aurora intentaran hacerlo, pero resulta que el tiempo había cambiado en los

últimos días y no se podía esquiar, así que nos regresamos pian pianito por

otro lado para escoger entre los restaurantes que íbamos viendo a uno y

otro lado de la carretera el que nos llenara el ojo para que nos llenara la

panza después con lo que sus cocineras u cocineros ofrecían, y el que

escogimos no nos defraudó, donde, además, el camarero era jugador de

basket y conoce Torreón porque hace unos años, no recuerdo cuantos, pero

algunos, estuvo aquí con un equipo jugando contra los nuestros. Lo de

siempre: que el mundo no es más grande que un pañuelo, y a dónde quieras

que vayas, cercas o lejos, te encontrarás con alguien de tu misma ciudad

confirmando lo mismo que tú: que para vivir Torreón.

S A B A D O

El próximo viernes 30, último día de Abril las voluntarias de la Casa del

Anciano inician su Bazar de Primavera a beneficio de los ancianos, hombres

y mujeres ahí asilados, que son algo más de cien.

Este Bazar puede llevarse a cabo gracias a la generosidad de muchos

laguneros que, desde hace años, vienen regalando diversos artículos: ropa,

calzado, muebles, cerámicas, máquinas de escribir, radios, en fin todo lo que

ellos han podido suplir o, sencillamente, ya no usan y, en lugar de

arrinconarlos o venderlos directamente por algo, lo regalan para que las

voluntarias los vendan a precios verdaderamente bajos y así benefician

también a quienes los adquieren y por último a los ancianos asilados con el

producto final de su venta.

Todavía es tiempo, pues, de que si usted tiene artículos dentro de

estas circunstancias se los haga llegar, ya sea llevándolos directamente a

la Casa del Anciano Samuel Silva, frente al Bosque Venustiano Carranza, o

llamando al teléfono 7 13 17 66. De antemano las señoras voluntarias y los

ancianos y ancianas allí asilados se lo agradecen.

Y D O M I N G O

Sólo el amor es capaz de producir una humanidad excelsa. JOSE VASCONCELOS.

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