La desesperación es muy mala consejera y más lo es cuando se hace acompañar de la soberbia. La calma, la prudencia, la humildad y la paciencia suelen ser virtudes que adornan a los grandes hombres, a los estadistas y no a los políticos que están pensado simplemente en la próxima elección.
Por eso me parece muy mala señal la que envió esta semana Andrés Manuel López Obrador con la que reavivó su confrontación con el Gobierno Federal y específicamente con el presidente Vicente Fox, pues si por algo se había caracterizado en jefe de Gobierno era por mantener la calma aún frente a rechazos manifiestos del jefe del Ejecutivo.
Cuando le pidió la cita a Fox y éste lo despachó públicamente a la Procuraduría puntualizando que nada tenía de qué hablar con el jefe del Gobierno de la capital, Andrés Manuel se concretó socarronamente a responder: “Pero... si yo sólo le pedí una cita”. Entonces Fox quedó mal, pues ni siquiera le concedió a aquél el derecho a ser escuchado.
Pero ahora, el que queda mal, muy mal, es López Obrador, porque arremetió contra todos. Contra el Poder Legislativo; contra el Judicial y desde luego contra el Ejecutivo al que calificó de “mediocre” sin más argumentos que su pura apreciación subjetiva.
El jefe de Gobierno afirmó: “Cuando existe un Gobierno mediocre y cuando la gente empieza a cuestionar y exigir explicación de sus actos, el recurso más fácil es refugiarse en el autoritarismo, pretender eliminar al adversario, retorciendo las leyes, con la complicidad de algunos que se hacen pasar por jueces o se hacen llamar representantes populares”.
Tras esas palabras se esconde un individuo iconoclasta que está poseído por los defectos que critica en otros. Pero vayamos por partes.
La consideración de que es el de Vicente Fox un “Gobierno mediocre” no puede ser vertida por quien a su vez es cabeza de una administración gubernamental como la del Distrito Federal. El propio Andrés Manuel dijo en otra ocasión que “él no iba a golpear a la institución presidencial” y sin embargo lo hace ahora y la califica de manera ofensiva, cuando que sólo al pueblo y a nadie más que al pueblo le corresponde el derecho de calificar a cualquier administración de Gobierno.
Le gente permanentemente pide explicación de los actos de Gobierno y lo hace en el legítimo ejercicio de un derecho. Porque en nuestro sistema el poder público reside en el pueblo y éste lo delega en las personas que elige para que en su nombre lo ejerzan. Pero además, parece olvidar Andrés Manuel que también a él la gente lo cuestiona y le pide explicación de los actos que realiza y en no pocas ocasiones ha dejado sin respuestas claras a la opinión pública, como en aquel asunto de Nico, su chofer, asistente, asesor, amigo y confidente que percibe un salario que a la luz de la lógica administrativa no se justifica.
Sostener que el Gobierno de Fox se escuda en el autoritarismo para evadir los cuestionamientos de la gente es otro argumento absurdo, pues el pueblo sabe perfectamente quién es quién en estos juegos políticos y por tanto no hay forma efectiva ni prolongada de engañarlo. Sin embargo, López Obrador hace pública ostentación de autoritarismo y rebeldía cuando manifiesta que no acatará una resolución judicial firme como la que se emitió en el asunto del paraje San Juan.
Si demuestra que hay jueces (que lo son y no simplemente se hacen pasar por tales, como él afirma) que se coludieron con abogados para perjudicar al Gobierno del Distrito Federal, pues que lo pruebe. Pero ni el Poder Judicial Federal ni el del Distrito pueden, al puro dicho del jefe de Gobierno, actuar contra ellos porque existen instancias y procedimientos para sancionarlos y es ahí, ante ellas, en donde Andrés Manuel debería probar sus afirmaciones.
Ha dicho que el Ejecutivo federal se vale de la Procuraduría General de la República para golpearlo políticamente y que el Presidente la maneja a su antojo. Pero, acaso no se podría pensar que él hace lo mismo si, como sucedió, la Procuraduría del DF abrió una investigación en contra al presunto dueño del paraje San Juan y solicitó, obtuvo y ejecutó una orden de aprehensión en su contra, por la cual se encuentra preso.
Creo que en ninguno de los casos mencionados las procuradurías se han prestado para realizar actos al margen de la Ley. No obstante ello, suponiendo que hubiera sido tal, ahora resulta que cuando Andrés Manuel actúa así está bien y cuando de la misma forma actúa el Presidente está mal. ¡Claro que no! Las cosas no son buenas cuando uno las hace y malas cuando las hace otro. Las cosas son buenas o malas en sí con independencia de quién las realice.
La información periodística señala que López Obrador les advirtió a los diputados que no aceptará condenas injustas y añadió: “Les anticipo que no me voy a amparar, ni contrataré a abogados, porque sencillamente no soy culpable...”.
En conciencia es posible que él se sienta inocente. Pero desde el punto de vista estrictamente jurídico eso tendrá que decirlo un juez. Además, ya de entrada está calificando de “injusta” cualquier sentencia que se dicte en su contra. Ante ello, valdría preguntarse: ¿Quién es él para calificar si en una resolución judicial se encuentra o no implícito el valor justicia?
Porque si se le pregunta a la inmensa mayoría de los sentenciados penalmente si su sentencia es justa, responderán que no.
¿Fueron acaso justas las sentencias a muerte dictadas en su momento contra Sócrates o Cristo? Y sin embargo, ambos, por diversos motivos, las acataron.
Recordemos que Platón trató de convencer a su maestro Sócrates para que no bebiera la cicuta, por considerar injusta esa condena. Y Gestas, en el Calvario, increpaba a Jesús para que se bajara de la cruz y demostrara así que en verdad era Dios. Sin embargo, uno y otro decidieron cumplir con su sentencia y Sócrates llegó al extremo de afirmar que, aún siendo injusta, cumplía con la sentencia que se había dictado en su contra para evitar que hombres perversos, condenados justamente, se valieran de ese mal ejemplo para evadir una condena de esa naturaleza.
“No olvidemos que se debaten dos proyectos de nación”, dijo López Obrador refiriéndose al proyecto del PAN y al del PRD y que por esa razón tratan de atajarlo para que no llegue a la candidatura y menos a la Presidencia y en consecuencia no pueda concretarse el proyecto que él encabeza.
¿Acaso creerá que él es la encarnación del PRD o que es el único que puede concretar ese proyecto, suponiendo que lo haya?
Mala señal envió a la ciudadanía Andrés Manuel, pues con su conducta revela lo que en realidad esconde tras esos ropajes de hombre cauteloso y “mártir de la democracia”, esto es, la intolerancia, la soberbia y el desprecio por el derecho y las instituciones nacionales.