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Malestar

Patricio de la Fuente

¿Por qué el malestar? “El malestar no es una dolencia que aguijonea una parte del cuerpo. El mal estar nos invade o quizá ya esté dentro de nosotros y simplemente nos recorre con nueva furia”, comenta Federico Reyes Heroles en la presentación del libro “Misoginia” de García Sancho: “¿gobernar o ser gobernado?”. La palabra “misoginia” viene del griego misos que significa odio, aversión y genna que indica origen, nacimiento. Odio o aversión al origen o a los orígenes. Mil pueden ser los orígenes: racial; de nacimiento en cuanto a pertenencia a grupo, tribu, pueblo o nación; familia; cultura o tradición; social; económico; religioso; educación; tiempo en el que se nació y no sólo de identidad sexual, uso más frecuente; añadiéndole todas las combinaciones precedentes.

La misoginia existe hoy, el malestar está aquí: es tiempo de elecciones.

Tiempos “aquéllos” en que la pertenencia al “grupo sagrado” en el poder, era tarea dada, no había mucho qué cuestionar, los inmensos recursos del “grupo” estaban destinados a propaganda en los medios de comunicación, la disidencia era sólo un recurso, las pocas voces que se alzaban en contra eran parte de la puesta en escena. ¿Qué pasa ahora? Es falso que la misoginia no se presente en un mismo grupo étnico, racial o cultural. Basta con echar un ojo a los calderos de los partidos políticos, al desempeño de las mujeres en la escena política. Beatriz Paredes es claro ejemplo. ¿Democracia en transición?

Sí, existe mal estar, malestar y no sólo es por lo que nos llega a través de los medios de comunicación: foros ahora más plurales en donde hay espacio para todos; el malestar es también por las prácticas ancestrales del ex partido en el poder; el electorado no es misógino en cuanto rechazo a la identidad sexual. A la candidata del PRI a la presidencia municipal le hace falta conocer más su entorno, no sólo a sus aliados, sino a sus adversarios y eso, antes y ahora se llama el buen ejercicio de la política.

El concepto de misoginia no se usa para “ocultar algo”, ni es paradoja entre el bien y el mal, ni expresión de contrarios: “misógino o narcisista, blanco o negro, ¿dónde quedó el color gris?; tal vez un padecimiento presente en el individuo sin que él se percate de ello. Tal vez todos seamos misóginos: por nacer en el tercer mundo; por ser parte de la clase media; por no haber estudiado en Harvard; por haber sido priista; por nuestra sangre indígena; por no hablar otomí, ni náhuatl; por ser católico apostólico y romano; por ser mujer; por no haber podido ver al Papa; por ser gay y por haber votado por Fox….

No nos escudemos detrás de “los otros”, es necesario ahora más que nunca que el hombre o la mujer que busca servir, primero: conozca, se confronte y se mida con los “otros”. Dejemos de lloriquear, “que si la prensa, el Papa o mi mamá”.

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