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Malos augurios/Diálogo

Yamil Darwich

Cuando Ismael Hernández Deras ocupó la silla de Gobernador del Estado de Durango, sin duda que estaba enterado que llegaba al poder en una región pobre y con carencias, como todo México, pero que se distinguía en relación al norte del país por ser de las más atrasadas en el desarrollo integral.

Nadie desconoce que el rezago social y económico de la tierra del Guadiana requiere la mejor atención profesional, esa que pueda administrar en situaciones de carencias, limitaciones y altas necesidades; enfrentar retos tan importantes como salud, educación y cuidados a los grupos más desprotegidos, por mencionar algunos.

Dicen los administradores que los recursos más importantes de las empresas son los seres humanos que la componen y para el caso, de carencias materiales, físicas y económicas como los que se viven en la Laguna de Durango, son los profesionales que habrán de enfrentar con alta creatividad y capacidad los retos que les presenten; ellos serán la clave para obtener los resultados esperados, en la gestión administrativa del Estado durante los próximos seis años.

Sabemos que la lucha política al interior del PRI Estatal se dio en términos enconados; que en la misma, el aspirante por Gómez Palacio, el señor Carlos Herrera, hizo todo lo posible para ser elegido como candidato de su partido, cosa que no sucedió, tal vez por revanchas entre dirigentes, que no olvidaron sus posturas asumidas en la última contienda para obtener la Presidencia de la República, misma que terminó en manos de la entonces oposición.

Así no es de extrañar por qué algunos excelentes administradores, de formación, profesión y vocación, perdieron su puesto en el servicio público, como el caso del Subsecretario de Educación de la Laguna de Durango, que luego de catorce años fue despedido sin más, utilizando a su persona como un ejemplo para todos aquellos que “equivocan el rumbo”, como en los mejores tiempos de la mafia siciliana. Por cierto, curiosamente sus colaboradores lo despidieron de pie y aplaudiendo, a pesar de estar siendo observados por los “nuevos administradores de la citada Subsecretaría”.

Pero si esto es grave de por sí, lo peor estaba por anunciarse, con la toma de protesta de los nuevos funcionarios de la Laguna de Durango, que se lucieron por su ignorancia,... ¿o descaro?, al pregonar públicamente su desconocimiento sobre las responsabilidades profesionales que adquirían.

De entre todas le transcribo una sola, la más exquisita de ellas, que deja ver la dulzura de la ingenuidad, esa que permite describir en pocas líneas a quienes la pronuncian:

El pasado seis de noviembre, en su página principal, El Siglo de Torreón publicó la nota sobre la toma de posesión de los nuevos funcionarios designados para puestos públicos estatales, en la que sobresalió la señora Ivonne Elizalde Peraza, nueva directora del Centro de Observación y Orientación para Menores Infractores (COOMI), que declaró que ignoraba cuál sería su función, pues dijo que “únicamente le indicaron que debía presentarse a la cinco de la tarde para recibir su nombramiento”.

La nota da para más; le dijo a los periodistas: “Yo apenas voy a tomar posesión, ignoro cuáles son... (refiriéndose a las funciones encomendadas), en realidad el COOMI no es campo mío,... verdad, voy a... lo único que le puedo decir, que es un compromiso con el Gobernador, apoyarlo donde lo necesite”. Le aseguro que le hago una trascripción fiel de lo publicado y comprendo si usted, como yo, pensó de primera intención que se trataba de una broma.

Desde luego que es por demás insistir en la importancia subrayada que tiene el cuidado de la niñez y la juventud, particularmente cuando se trata de los grupos de rezago social, esos que requieren mayor orientación por haber delinquido, a los que les debemos la mejor atención profesional para poder ofrecerles nuevas oportunidades de integración social efectiva.

El ejemplo sirve para describir el profundo malestar que ocasiona la irresponsabilidad de quienes ofenden a la profesión (la palabra tiene su origen en “a favor de lo que se cree, a favor de la fe”) del político y administrador público, que ha sido invadida por personas que no pueden, no quieren o no les interesa trabajar en ese campo de servicio; algunos de ellos, finalmente, no son conscientes de la grave responsabilidad moral que adquieren con un nombramiento de tan serio compromiso social; simple y sencillamente por no estar capacitados para ejercer la autoridad y responsabilidad del puesto.

En el caso, pareciera que regresamos a los tiempos de Porfirio Díaz, que pagaba lealtades con puestos públicos, en el entendido de que la sumisión al jefe era un abono de inversión que se saldaba en términos de costos sociales y económicos.

La desgracia del oportunismo, el compadrazgo, complicidad y abuso de poder en México continúa siendo grave y lesivo para los intereses del ciudadano común y corriente.

Permítame recurrir a nuestros refranes populares para definirle la idea: “Mal empieza la semana para quien ahorcan el lunes”, que queda como anillo al dedo para los pobres habitantes de la Laguna de Durango, “que les dieron gato por liebre” al quitarles funcionarios de experiencia a cambio de improvisados “con compromiso”, que finalmente “no tiene la culpa el indio, sino el que lo hace compadre”, en referencia a los beneficiados con “la justicia de la Revolución”, con premios otorgados por la voluntad de quien detenta el poder, que aunque le fuera entregado por el pueblo es el último considerado al ejercerlo.

Un administrador público que no se ocupa en dar su mejor esfuerzo para cumplir las expectativas creadas en campaña, no augura el éxito de las acciones emprendidas en favor de los bienes administrados.

Hay una premisa importante en la administración general, que se refiere al reclutamiento y selección de los recursos humanos, sin importar el nivel que ocupen en el organigrama y se refiere a “la persona debe ser seleccionada para el puesto, no el puesto para la persona”.

Me temo que este no es el caso y me preocupa algo más: el empecinamiento que puede tener quien ejerce el poder, para no reconocer errores, detalle que los principios básicos de la misma administración general advierte: “La inmadurez de las personas les impiden tomar las mejores decisiones y reivindicar sus errores. El temor a verse débiles se los impide”.

Como en otros Diálogos, lo invito a que no pierda de vista los resultados de tales nombramientos, en términos de eficiencia y eficacia de la administración pública del Estado de Durango, particularmente de nuestra Laguna, que como decía Séneca: “No hay vientos favorables para quien no sabe a dónde va”.

ydarwich@ual.mx.

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