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Manifestaciones amorosas benefician al cerebro

MEXICO, D.F., (SUNAEE).- Hay pocas cosas tan placenteras como la caricia, viene bien en cualquier momento, pero, además, como afirmó Oscar Próspero García, de la Facultad de Medicina de la UNAM: "Tocar, besar y abrazar, tanto en el sentido sexual como filial, son acciones que benefician al cerebro".

En una exposición sobre temas amorosos, el especialista señaló que aquello que se llama amor, "va más allá de nuestro pensamiento y voluntad, es una serie de respuestas a estímulos, de las cuales la investigación nos ha permitido estar conscientes. Una situación que se ha comprobado en el cerebro, durante la realización del amor sexual, es que el sistema límbico, el de las emociones, se activa en ese momento".

Experimentos en ratas, puntualizó, han demostrado que aquéllos animales que "tienen la fortuna de que su madre las cuide mucho, lo cual interpretamos los humanos como que se les quiere, cuando llegan a ser adultos son capaces de resolver mejor los problemas a los que se enfrentan". Sucede que su masa encefálica está más eficientemente conectada, explicó.

En humanos, precisó, tenemos el ejemplo siguiente: a niños de orfelinato se les hizo una prueba de coeficiente intelectual y todos calificaron menos de lo que deberían hacerlo de acuerdo con su edad.

Luego, 50% de ellos fueron adoptados. Después de cinco años se volvió a entrevistar a todos los infantes, y quienes permanecieron en el orfanato siguieron calificando bajo, pero los que fueron a un hogar, donde se sabe los cuidaron amorosamente, lo hicieron más alto incluso de lo que se esperaba. Conclusión: "no se necesita ser muy inteligente para tener un hijo inteligente; basta con quererlo mucho".

Y en ese campo es de suma importancia observar que la madre juega un papel fundamental.

Próspero García indicó que entre las manifestaciones físicas de lo que la gente reconoce como amor, es en realidad una necesidad muy clara e inevitable del ser humano; destaca el hecho de que las personas se gustan por como se ven y oyen, hablan, acarician y huelen.

Como muestra de ello, el especialista explicó los resultados del siguiente experimento: en cuatro cajas se metieron igual número de camisetas, una en cada una de ellas, las cuales fueron posteriormente selladas, excepto por unos pequeños agujeros. Una de esas prendas había sido lavada con detergente; las otras tres fueron utilizadas para dormir por tres hombres diferentes durante tres días. A varias mujeres se les pidió oler los recipientes sin que supieran qué había dentro. Posteriormente, se les preguntó si de los cuatros aromas que percibieron les gustó alguno: respondieron que sí, escogiendo alguno de los varones.

Luego, al estudiar los genes de los hombres de su agrado, y comparándolos con los de los papás de ellas, encontraron que algunos eran muy parecidos, especialmente los que tienen que ver con la respuesta inmunológica, la cual se encuentra en el brazo corto del cromosoma 6. "Lo anterior -expresó- significa que escogemos a nuestras parejas no sólo por su aspecto, sino, entre otros múltiples factores, por su olor, el cual está genéticamente determinado", concluyó.

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