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Manuel “Flaco” Ibáñez disfruta la paz interna

Notimex

México, DF.- Para el actor Manuel “Flaco” Ibáñez, quien se dijo convencido de ser un hombre exitoso y poseedor de una paz interna que le permite disfrutar plenamente cada momento de su vida, el secreto de la felicidad es no tener memoria.

Nacido en Acatlán de Pérez Figueroa, Oaxaca, el 17 de octubre de 1946, el comediante fue el último de cuatro hijos de la familia Ibáñez Martínez, y el único hombre.

Su madre se dedicaba al hogar y su padre era jornalero, pero “nunca lo conocí, porque después de que nací mis padres se separaron y jamás volvimos a saber qué había sido de él y de su vida, hasta hace algunos años que yo volví al pueblo y me informaron que ya había fallecido”, dijo en entrevista.

Durante su infancia, la ausencia de su padre fue llenada por su tío Domingo, cuñado de su mamá, a quien “amé profundamente y le estoy agradecido hasta el día de hoy por todo lo que hizo por mi madre, mis hermanas y por mí”, afirmó.

En esa etapa vivió en la colonia Guerrero de la Ciudad de México y después en la Buenos Aires, tiempo en que las burlas de sus amigos y vecinos por su delgado aspecto físico desarrollaron en él un sentido de autodefensa y se volvió un niño muy violento y peleonero.

Llegada su adolescencia, las burlas cesaron, pues el indefenso infante se había convertido en un sagaz e intrépido joven que no estaba dispuesto a tolerar las chacotas, y todo eso “redobló mi recio carácter y me volvió un malandrín”, confesó.

Las mujeres fueron parte fundamental en esa época, pues “era un conquistador y siempre tuve suerte con ellas”, aseguró al agregar que la manera en como ayudaba a su mamá económicamente en ese tiempo era apostando en el juego de billar.

Posteriormente trabajó como dibujante en una constructora, donde llegó a ser jefe del área, y un día acudió un joven actor a pedirle trabajo, sin saber que éste sería el contacto que lo llevaría a emprender una carrera actoral, que después de 37 años “sigo disfrutando y amando”.

Con emoción, recordó que “él me invitó a participar en una función de poesía coral, después me inscribí a un concurso, en 1966, para obtener una beca en el Instituto Nacional de Bellas Artes y gané una beca para estudiar actuación, y allí empezó mi aventura”.

En 1968, después de la muerte de su madre, su ánimo decayó y se encontraba en una situación económica bastante austera, por lo que comenzó a trabajar como foto-reportero para una agencia de noticias que habían creado amigos suyos.

“Me mandaron a cubrir el movimiento estudiantil de ese año, y entre marchas, corretizas y empujones descubrí que eso no era lo mío y regresé a la actuación”, platica con plena seguridad de no haber equivocado su camino.

Durante 20 años consecutivos hizo cine y en su haber cuenta con 136 películas, entre las que se encuentra la inolvidable Lagunilla mi Barrio. Esta incursión cinematográfica lo convirtió en uno de los íconos de la comicidad mexicana.

“Disfruté mi trabajo en cine, pero lo que más me apasiona es el teatro, porque es la madre de todos los vicios, y a mí me llena de magia”, explica “El Flaco” Ibáñez con la simpatía que lo caracteriza.

La compasión es una de las cualidades que “El Flaco” ha descubierto en sí mismo, pero “estoy lleno de contrastes, pues me considero un buen esposo, un buen padre, trabajador, pero sé que también soy neurótico, miedoso, muy poco honesto, irritable e impaciente. Antes era envidioso, pero ya aprendí a manejar mi ego”.

Seguro de sí mismo, por último señaló: “tengo fallas y lo reconozco, pero cuando hay amor y humor, la vida se hace más fácil.

He hecho todo lo que Dios me ha permitido y no deseo hacer algo más”.

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