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Marcha ciudadana contra la inseguridad

Juan de la Borbolla R.

La marcha multitudinaria organizada por diversas agrupaciones ciudadanas en contra de la inseguridad que existe en estos momentos en casi todo el territorio nacional pero más acusadamente en la Ciudad de México trató de ser obstaculizada primero y minimizada después por Andrés Manuel López Obrador y sus corifeos Alejandro Encinas y Bernardo Bátiz, ubicándola también dentro de la larga letanía de actos relacionados con el supuesto complot del que es víctima el tabasqueño jefe de Gobierno del D.F.

El principal argumento denostador de la famosa marcha ciudadana estuvo en el pretender acreditarle un origen “ultraderechista” siguiendo esa moda actual de adosarle el prefijo ultra pero sólo al término derechas, cosa que sospechosamente no sucederá cuando se refieran a grupos, organizaciones, personalidades o planteamientos ideológicos de la llamada izquierda.

En la ultraderecha se ubican caprichosamente a planteamientos nacionalsocialistas o fascistas lo mismo que a posicionamientos conservadores antisocialistas, antiliberales y antifascistas.

Igual es etiquetado de ultraderechista a un fanático nacionalsocialista enemigo de judíos, católicos, luteranos y gitanos, que un creyente católico que busca ser coherente con los fundamentos de la doctrina y la moral cristianas. Es acusado de intransigente ultraderechista el valiente defensor del derecho a la vida y la dignidad de la persona que se opone al aborto, la eutanasia, la eugenesia y la manipulación genética, lo mismo que el frenético militante de Al Qaeda que se autoinmola en un atentado suicida para provocar decenas de muertos entre sus enemigos.

Pero en cambio ni siquiera Stalin; Nicolae Caecescu: el sátrapa rumano o Enver Hoxha el terrible dictador albanés, son referenciados por esos mismos medios de comunicación o comentaristas como ultraizquierdistas.

Pero independientemente de este comentario al margen de la manifestación multitudinaria, la razón última de ser de ésta es muy comprensible y por ende no puede ser descalificada tal y como trataron de hacerlo las autoridades del Gobierno del Distrito Federal.

Por una parte una de las más importantes funciones que tiene a su cargo el Gobierno; cualquier Gobierno, es la de resguardar la seguridad pública. Inclusive la famosa teoría de contrato social de los Rosseau, Hobbes, Locke o Hume planteaba en su hipótesis del origen del Estado, la necesidad de conseguir la seguridad pública aun a costa de la reducción del ámbito de la libertad personal.

Pero además nos topamos con que el Gobierno Federal y buena parte de los Gobiernos estatales de este país no sólo han sido rebasados por la delincuencia organizada, sino que mucha de ella ha surgido de las bases mismas de la policía. Concretamente muchas bandas de secuestradores que tienen atemorizada a la sociedad del D.F. están compuestas por policías que no sólo no combaten la delincuencia sino que amparados en su placa delinquen con toda saña y crueldad. Que no sea tan susceptible el tercero de los López mesiánicos históricos y mejor que se ponga a trabajar a favor de la seguridad ciudadana.

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