EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Marta I de Fox

Ricardo Raphael

Mientras el país se paseaba distraído por la Cumbre Especial de las Américas, la señora Marta Sahagún sorprendió con la noticia de su autodestape. A pesar de negarlo tan contundentemente hace unos meses, a pesar de haberse declarado futura habitante del rancho de su esposo una vez que la residencia en Los Pinos concluyera, doña Marta volvió a las andadas y anunció que su deseo por la Presidencia sigue tan volcánico como siempre.

Buena hora escogió para lanzarse a la aventura. Nuestros visitantes se habrán ido de Monterrey con una buena anécdota para contarle a sus amigos. Quienes no vieron el autodestape como una mera anécdota fueron los dirigentes panistas. Desde Germán Martínez, pasando por el senador Larios, hasta el ex colaborador presidencial, Francisco Barrio, todos han respondido con un rotundo “no” a las pretensiones de la primera dama. Esta semana las ambiciones de doña Marta se sumaron, como problema, a los asuntos que tensan las relaciones entre el Ejecutivo federal y su partido. Algunas razones habrán conducido a la señora Sahagún para declarar que tendremos “Marta para rato”. La primera de ellas, profundamente seductora, son los resultados de las encuestas. La única panista que hoy aparece en el escenario con capacidad de arrebatarle el triunfo a Andrés Manuel López Obrador es la esposa del Presidente. Por tanto, la única mujer capaz de llegar a Los Pinos, (en este caso, permanecer) se llama Marta Sahagún. De ahí que ella haya dicho que México está preparado para ser gobernado por una mujer. El silogismo es impecable: México está listo para una mujer -Marta es una mujer- México está listo para Marta. (Quien no quiera ver la lógica del razonamiento que se pudra en el círculo del infierno consagrado para quienes padecen de esa horrible enfermedad llamada machismo). Por si los argumentos anteriores fuesen insuficientes, doña Marta cuenta con un formidable as bajo la manga: su hombre le apoya. ¿No es lo menos que se esperaría de un buen esposo? ¿De un marido democrático y de vanguardia? Para ella el cargo que actualmente ocupa su hombre es un detalle menor. En buen español, este formidable acto de solidaridad conyugal se traduce así: el Presidente de los Estados Unidos Mexicanos apoya a su esposa para que sea su sucesora. Ni en los mejores tiempos del priismo se vivió una sucesión tan bien cimentada. Tan amorosamente resuelta...

En la realidad apenas si hay argumentos para privar a doña Marta de sus desbordados deseos. Buscándolos como aguja en un pajar es posible encontrar sólo un par: en primer lugar está el tema de la brevísima carrera política de la señora Sahagún. Ésta se compone de cuatro momentos: candidata a presidente municipal en Celaya, encargada de comunicación social del Gobierno de Guanajuato, el mismo puesto durante la campaña presidencial y primera dama. (Tan abultada currícula la deja sobrecalificada para el cargo que anda buscando). En segundo lugar está el asunto del origen de su popularidad. Si bien doña Marta es indudablemente un manantial de talentos, habría que decir que sus virtudes no le habrían alcanzado para llevarla tan vertiginosamente a la cúspide de los afectos populares de no ser por la relación que, en el ámbito de lo privado, mantiene con don Vicente. De ambos datos -la precaria carrera política y la verdadera fuente de las simpatías que despierta- tendría que hacerse cargo la primera dama la próxima vez que se decida a declararle su amor a la Presidencia. Si las ganas le son muchas, doña Marta tendría que mirarse en el espejo de Hilary Clinton más que en el de Evita Perón. La señora Clinton ha administrado magistralmente sus codicias. De primera dama dio el modesto paso para hacerse senadora y ahora está considerando que al menos dos períodos presidenciales deberían separarle de la administración de su cónyuge.

Eso es mesura política. En contraste, con sus prisas la señora Sahagún ha revelado que el Presidente del cambio sería capaz de regresar a los viejos usos y costumbres para intervenir en su propia sucesión. Ahora con el añadido de que haría tal cosa a favor de un familiar tan cercano como su propia esposa. Y por si tal cosa fuese menor, doña Marta ha ofendido a todos esos panistas cuya trayectoria política aparece como insuficiente para arribar a la presidencia porque no cursaron la materia de contraer nupcias con don Vicente. Si es tan cierto que su amoroso marido la apoya, lo mejor sería que le advirtiera de la irresponsabilidad política que está cometiendo para con la investidura presidencial, la cual se va a hacer jirones si el Ejecutivo no aclara rápidamente que no utilizará su puesto para dejarle el trono a su mujer. En reciprocidad por lo recibido hasta ahora, más salud política le regalaría doña Marta a su esposo si contuviese mejor los afanes. A todas luces la desmesura del autodestape es una prueba de que no está preparada para la Presidencia. Si quiere que haya “Marta para rato” ahí están otros cargos de elección popular que en 2006 le podrían ofrecer una escalera segura para ascender a los cielos sin descalabrar a nadie. El autor es profesor del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE)

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 69483

elsiglo.mx