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Más Allá de las Palabras / El llanto de la virgen

Jacobo Zarzar Gidi

En el mes de septiembre de 1953, apareció en la portada de la famosa revista "Life en Español" la fotografía y la reseña de un cuadro de la Santísima Virgen del Corazón de María que en un pueblo de Italia había estado llorando durante cuatro días. En Siracusa, Italia, dos jóvenes esposos: Angel Ianuso y Antonia Giusto contrajeron matrimonio frente al párroco José Bruno. Ambos cónyuges se declaraban comunistas porque en su ignorancia creían que así resolverían el problema de su pobreza, pero la verdad es que nunca estuvieron en contra de la religión y jamás se consideraron ateos. Esto se ha comprobado puesto que en el mismo día de la boda se acercaron a los Sacramentos, y a la cabecera de su cama tenían un cuadro de la Virgen que les regalaron precisamente para su matrimonio. Después de algunos días la joven señora tuvo algunos trastornos nerviosos debido a una autointoxicación. Ataques convulsivos la obligaron a permanecer en cama, perdió el uso de la palabra, la visión y la conciencia, que después fue lentamente recobrando. Los parientes, y sobre todo el esposo, estaban muy preocupados. El 23 de agosto las convulsiones se multiplicaron hasta varias veces al día. En la mañana del 29 de agosto, la convulsión fue muy violenta y duró hasta las once. La señora estaba tan extenuada que no podía permanecer en pie. El marido había salido a trabajar en el campo desde muy temprano. Alrededor de las ocho y media de la noche, advirtiendo la señora los síntomas de un nuevo ataque, se acostó en la cama, pero al lado opuesto a la cabecera (frente al cuadro). Allí permaneció inmóvil hasta que el sistema nervioso se le tranquilizó. De repente una luz intensa hirió sus ojos y la mujer dirigió su mirada hacia el cuadro de la Virgen y que representaba el Corazón Inmaculado de María. Mientras miraba el cuadro, se dio cuenta que dos gruesas lágrimas bajaban de las mejillas. Al mirar con mayor atención, observó que otras dos lágrimas brotaban de los ojos de la Virgen, y después, otra más. La mujer no quería creer en sus propios ojos, pero viendo que el lagrimeo continuaba y no teniendo fuerzas para levantarse, llamó a su cuñada. Al constatar la veracidad de las lágrimas, su cuñada se sintió vivamente conmovida y besó la imagen. Pensó que podía secar las lágrimas sirviéndose de su mano, pero se vio obligada a usar un pañuelo. Las lágrimas seguían aumentando, mojaron la cama, las sábanas y el respaldo de la cama.

Uno de los vecinos, don Mario Messina, hombre equilibrado y muy estimado en el pueblo, se abrió paso entre la multitud y entró en la habitación para observar de cerca el prodigio. De inmediato se preguntó: "Pero, ¿de dónde viene este líquido?, la pared está seca, la parte posterior del cuadro está también seca, en el techo no hay indicios de humedad y, además la cabeza de la imagen está seca". Cuando el señor Messina se acercó más a la imagen, aparecieron en los ojos de la Virgen dos lágrimas similares a dos perlas que descendieron sobre las mejillas y cayeron goteando hasta el mentón. Las dos lágrimas fueron seguidas por muchísimas otras. Cuando el esposo de la señora Iannuso regresó del trabajo y vio a tanta gente reunida frente a su casa, de inmediato pensó que su esposa había fallecido. Al informarle los vecinos lo que estaba sucediendo, entró a la habitación y al verla perfectamente sana y de pié, la abrazó cayendo posteriormente desvanecido por la emoción. Cuando se recobró, se arrodilló delante de la imagen que todavía vertía lágrimas y pidió perdón por sus pecados. Los ojos de la Virgen siguieron vertiendo lágrimas que descendían hasta mojar la mano y el corazón de la efigie. Es de notar que las lágrimas de la Virgen cesaban por un tiempo y después de un intervalo volvían a caer con el ritmo precedente. El Arzobispo de Siracusa, Monseñor Héctor Baranzini estaba informado de todo y se dio cuenta inmediatamente de que se trataba de un hecho prodigioso. El líquido fue recogido en un cuentagotas de cristal por el doctor Cassola, quien enseguida secó cuidadosamente la Imagen con un trozo de algodón. Después de algunos momentos, mientras el cuadro estaba sobre el brazo del doctor Bertini, apareció una lágrima en el ojo derecho y después otra en el izquierdo. Parecían ojos humanos llorosos... Uno de los médicos probó el líquido y exclamó: "Me parece saborear una lágrima de mis propios ojos, tiene el mismo sabor". Los químicos del laboratorio provincial, con su jefe el doctor Larosa, analizaron el líquido y encontraron los elementos que constituyen las lágrimas humanas. Constataron la presencia de agua destilada, cloruro de sodio y partes infinitesimales de sustancias proteicas. Los integrantes de la comisión sacaron también los dos tornillos que fijaban la imagen a la piedra negra de opalina que servía de fondo y la cornisa, para darse cuenta exacta del fenómeno. Pudieron constatar que el cuadro era de mayólica de espesor sutil, cóncava y perfectamente seco.

El llanto de la Virgen cesó después de cuatro días. Millares de personas lo habían visto y quienes representaban la ciencia pudieron constatar el hecho. Pero, ¿cuál fue el mensaje de la Virgen? En esta ocasión la Reina del Cielo no había dicho nada... no habló ni dejó ningún aparente mensaje. El lugar elegido para que se llevase a cabo este prodigio fue el barrio de Santa Lucía. Era un barrio comunista, y la casa en donde la Virgen lloró estaba a pocos pasos de un templo perteneciente a una secta que niega el culto de las imágenes y protestan contra los privilegios de la Virgen (definidos como dogma de fe por los Papas); son personas que no la toman en cuenta, a pesar de que Ella ha intervenido constantemente ante su Hijo Jesucristo a favor de la humanidad. Para juzgar los hechos prodigiosos, una comisión de médicos, encargados por la Curia Arzobispal, se instaló en la Calle de los Huertos con el objeto de interrogar a los agraciados pidiendo testimonios, documentos y la opinión del médico de cabecera de la familia Iannuso. A partir de ese momento, se presentaron una gran cantidad de milagros que dejaron maravillada a la comunidad entera. Se curó un enfermo de artritis deformante; lo mismo le sucedió a un empleado de la Estación de Tarfia afectado de violentos cólicos renales; una señora dañada por una trombosis cerebral sanó completamente después de besar un algodón empapado en las lágrimas de la Virgen; Lucía de Jerónimo pudo caminar después de tener durante varios años las piernas paralizadas, etc. Cientos de milagros se fueron sucediendo, uno tras otro, en varias regiones de Italia. Antiguamente, cada noche, en toda familia cristiana se disponía de un cuarto de hora para rezar el rosario. Ahora se prefieren otras cosas; sin embargo, este es el mejor momento para retornar a esa bendita costumbre.

zarzar@prodigy.net.mx

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