?Una vez salió un sembrador a sembrar. Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino; vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en pedregal, donde no tenían mucha tierra y brotaron en seguida por no tener hondura de tierra; pero en cuanto salió el sol se agostaron y por no tener raíz, se secaron. Otras cayeron entre abrojos; crecieron los abrojos y las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto...?. Esta hermosa parábola, mencionada por nuestro Señor Jesucristo, me sirve ahora para ilustrar la labor incansable y fructífera realizada por los hermanos lasallistas desde que San Juan Bautista de La Salle les marcara el camino a seguir desde hace más de 300 años. Todos ellos han lanzado al aire la semilla, con la intención de que cayera en buena tierra y produjera el ciento por uno en esos niños y en esos jóvenes afortunados que fueron pasando por sus aulas. En estos últimos años, hemos sido deslumbrados por nuestros nuevos santos y beatos lasallistas, entre los que se encuentran: San Jaime Hilario, San Benildo, San Miguel Febres Cordero, el beato Muciano y el beato Salomón, a los cuales recordamos en esta breve semblanza. San Jaime Hilario (Manuel Barbal Cosán) nace el dos de enero de 1898 en Enviny, pequeña ciudad al pie de los Pirineos al Norte de España. Conocido por su carácter serio, no tiene más que 12 años cuando, con la bendición de sus padres, trabajadores valientes y piadosos, entra en el seminario de la diócesis de Urgel. Pero al poco tiempo tiene problemas auditivos y le aconsejan volver con su familia. Convencido de que Dios le llama, siente una gran alegría cuando, en 1917, se entera de que el Instituto de los Hermanos le acepta en el Noviciado de Irún, cerca de la frontera francesa. Después de 16 años en diferentes comunidades, sus problemas auditivos aumentan y le obligan a abandonar la escuela para trabajar en la huerta de la casa de formación de San José en Cambrils, Tarragona. En julio de 1936, dirigiéndose a su casa familiar en Enviny, se encuentra en Mollerusa cuando la guerra civil estalla. Identificado como Hermano, es arrestado y encarcelado. En diciembre se le traslada a Tarragona y se le envía a un barco-prisión junto con otros hermanos. El 15 de enero de 1937, se le hace un juicio sumario. A pesar de que puede lograr su libertad declarando que no es más que un hortelano, insiste sobre su condición de religioso y de este modo sella su destino. El 18 de enero, es conducido al cementerio en la cuesta llamada Monte de la Oliva para ser ejecutado. Sus últimas palabras a sus asesinos son: ?Muchachos, morir por Cristo es vivir?. Cuando dos descargas de fusil fallan su diana (punto central de un blanco de tiro), los soldados abandonan sus fusiles y huyen. Su jefe, vociferando insultos groseros, dispara cinco pistoletazos a quemarropa y la víctima cae a sus pies. El 29 de abril de 1990 es beatificado y el 21 de noviembre de 1999, el Papa Juan Pablo II lo canoniza.
San Benildo (Pedro Romançon) nace en el pueblo de Thuret en la parte meridional del centro de Francia. Resulta tan aventajado con respecto a sus compañeros de escuela elemental que los hermanos le contratan como maestro auxiliar, con 14 años de edad. A pesar de los reparos que ponen sus padres que quieren guardarle en casa y la reticencia de los superiores que lo consideran demasiado bajo de estatura, finalmente es admitido en el Noviciado. Desde 1821 hasta 1841 enseña sucesivamente en el conjunto de escuelas elementales que tienen los hermanos en la región administrativa de Clermont-Ferrand. En 1841 es nombrado director de la escuela que se abre en Saugues, un pueblo aislado en la planicie árida del sur de Francia. Durante los 20 años que siguen, trabaja sosegada y eficazmente, como maestro y director, en la educación de los chicos del pueblo y de algunas granjas de los alrededores; gran parte de estos últimos ya son casi hombres, pero no han estado nunca en la escuela hasta entonces. Aunque de baja estatura, el hermano Benildo tiene fama de ser estricto pero justo. Pronto la escuelita se transforma en el centro de la vida social e intelectual del pueblo, con clases de noche para los adultos y un acompañamiento para los alumnos menos capacitados. El extraordinario sentido religioso del hermano Benildo es evidente para todos: durante la misa con los alumnos en la iglesia parroquial, en la enseñanza del catecismo, en la preparación de los chicos a la primera comunión, en las visitas a los enfermos y las oraciones con ellos, y los rumores de curaciones milagrosas. Es particularmente eficaz para atraer vocaciones. Cuando llega la hora de su muerte, más de 200 hermanos y un número impresionante de sacerdotes han sido alumnos suyos en Saugues. El Papa Pío XI subraya que se ha santificado soportando ?el terrible cotidiano? y el decreto de beatificación ?que ha cumplido las cosas comunes de una manera poco común?. Falleció el 13 de agosto de 1862, fue beatificado el cuatro de abril de 1948 y canonizado el 29 de octubre de 1967.
San Muciano María (Luis Wiaux) tercero de seis hijos, nace en un pueblecito de Bélgica francófona en el que casi todo el mundo es católico practicante. Su padre es herrero y su madre ayuda a llevar un café en una sala de la casa familiar. El lenguaje grosero no se tolera allí y las tardes de cerveza y de juego de cartas se terminan siempre con el rezo del rosario. Luis no tiene las capacidades físicas ni el gusto por el oficio de su padre; está convencido de que el Señor le llama a otro tipo de trabajo. Apenas ve a los hermanos en una escuela vecina decide entrar en el Noviciado de Namur. Después de haber enseñado dos años en clases elementales, es destinado al pensionado de Malonne, donde pasará los 58 próximos años. Al comienzo tiene dificultades para enfrentarse al mismo tiempo a las exigencias de la enseñanza y de la vigilancia. El hermano encargado de los cursos de música y arte, que entonces eran una parte importante del programa, se presta a ayudarle. A partir de ese momento el hermano Muciano es no solamente un enseñante eficaz en estas asignaturas, vigilante cuidadoso en los cursos escolares, catequista en la parroquia cercana, sino que tiene una extraordinaria influencia en los alumnos por su paciencia y su piedad evidente. Se sabe que pasa todo el tiempo que puede ante el tabernáculo o la gruta de Nuestra Señora. Entre los hermanos, se comenta que no se le ha visto nunca transgredir el menor punto de la Regla de los Hermanos. Después de su muerte en Malonne (30 de enero de 1917), su fama se extiende por toda Bélgica y se le atribuyen numerosos milagros. Sus reliquias se veneran en Malonne, en el monumento construido en su honor después de su canonización.
Beato hermano Salomón, después del derrocamiento de la monarquía, al comienzo de la Revolución francesa, el blanco siguiente fue la Iglesia. En 1790, la Constitución Civil del Clero dio al Estado el control de la Iglesia en Francia. Los sacerdotes y religiosos debían prestar juramento de fidelidad a la Constitución bajo pena de exilio, de encarcelamiento y hasta de muerte. La mayor parte de los hermanos se negaron y tuvieron que abandonar sus escuelas y comunidades y esconderse, el Instituto ya no tenía estatuto legal. El hermano Salomón era en esa época secretario del hermano Agathon, Superior General, después de haber sido maestro, director, ecónomo. Manifestó siempre gran amor por las almas y gran abnegación en sus tareas. Habiéndose negado a prestar juramento, vivía solo en París en la clandestinidad. Conservamos de él numerosas cartas que escribía a su familia. La última lleva la fecha del 15 de agosto de 1792. Ese mismo día fue arrestado y encerrado en el Convento de los Carmelitas transformado en prisión, junto a numerosos obispos, sacerdotes y religiosos. El dos de septiembre, casi la totalidad de los prisioneros fueron exterminados, pasados a cuchillo en los locales y el jardín del Convento. Fue beatificado el 17 de octubre de 1927 junto con 188 compañeros de martirio. Fue el primero de nuestros hermanos mártires y también el primero en ser beatificado.
Todos estos santos que he mencionado y muchos otros a los que no me he referido por falta de espacio, así como también aquellos hermanos que se han dedicado o se dedican actualmente a la enseñanza, forman parte de la ?Herencia Lasallista? que ha beneficiado a un gran número de niños y jóvenes en todo el mundo, sembrando en ellos la fe, la esperanza, el amor hacia sus semejantes y la cultura necesaria para que se abran paso en la vida.
Ese precioso legado, impregnado de valores morales, ha transformado sociedades enteras, al hacerlas receptoras de muchos dones, porque sembraron en tierra noble e hicieron escuchar y comprender la palabra. De esa manera, los frutos fueron bendecidos y como consecuencia, se han multiplicado de generación en generación.
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