No había querido hacer comentario alguno de la película La Pasión de Cristo, hasta verla personalmente; por lo tanto, esta semana acudí al cine para poder dar un testimonio personal acerca del trabajo realizado por Mel Gibson. El film me gustó bastante y lo recomiendo a todas las personas que desean vivir una experiencia que los lleve a un encuentro personal con Jesucristo. Contiene una enorme riqueza tomada de Las Sagradas Escrituras y de revelaciones hechas por Dios a religiosas que vivieron en siglos pasados. Son muchos los sacerdotes y obispos que la recomiendan, entre ellos se encuentra el líder de la Iglesia Católica en Filipinas, que la calificó como una obra de genuino valor artístico y religioso. "Traten de verla -dijo- en una atmósfera de paz y de reflexión".
Me agradó bastante observar la dulce mirada de Jesús cuando conversaba con algún alma noble y buena. En cambio, cuando habla con Herodes -que por aquellos días estaba también en Jerusalén- Jesús no le responde, ya que se trata de un ser despreciable, burlón y lleno de vicios. Representa la sensualidad, los placeres y la vida mundana que muchas veces nos impide ver y descubrir a Dios, por eso Jesús se queda callado y no le contesta. (San Lucas 23, 8 al 12)
El Cireneo se parece a muchos de nosotros cuando contemplamos de cerca la presencia de la Cruz. Al principio la rechazamos, diciendo que a nosotros no nos interesa porque sabemos que es muy pesada. Después la cargamos cuando nos damos cuenta que es necesario hacerlo para entrar al Reino de los Cielos y finalmente intentamos llevar con nosotros no sólo la cruz, sino también a Cristo que ya no puede con tanta carga. Si somos dóciles en esos momentos, defenderemos abiertamente a Jesús de todos los que lo desprecian, lo golpean y lo insultan.
La figura de Poncio Pilato es también motivo de reflexión. Se parece a muchos seres humanos que por cobardía y para no meterse en problemas permanecen tibios toda su vida. No se declaran abiertamente hijos de Dios y no defienden su causa. Son buenos en el fondo, pero nada hacen para agradar a Jesús cuando el medio es adverso.
La figura del demonio ?presentada en la película como un hombre horrible, o como serpiente, o como un niño monstruo- nos da a entender que el perverso se encuentra muy cerca de nosotros dispuesto a todo con tal de hacernos caer en tentación. La figura del pecado contrastando con la Santidad de Jesús, nos golpea y nos hace sentir miserables. Al terminar la película sentimos que hemos aprovechado muy poco las enseñanzas del Divino Maestro y que no hemos evangelizado lo suficiente como Él nos lo ha pedido. Varios asesinos han salido de las salas donde se estaba exhibiendo la película y llenos de remordimiento confesaron sus culpas a la policía.
Después de ver las imágenes terribles de los azotes que aquellos salvajes le prodigaron a Jesús con exceso de brutalidad, sentimos que las enfermedades, achaques y dolencias que sufrimos en nuestro cuerpo, nada son y por lo tanto no debemos quejarnos de las adversidades que se presenten. Algunos han criticado diciendo que esas escenas están muy exageradas y que es mucha la sangre que se ve en la película. La verdad es que al analizar la Sábana Santa para que estuviese apegada a la realidad, se descubrieron 716 latigazos en la espalda de Jesús, (independientemente del daño causado en la piel por el peso de la Cruz) y se presentó únicamente el 40 por ciento de las llagas que en ella aparecen.
Algo que sorprende muchísimo es ver la aceptación de la Virgen María en todo lo que estaba aconteciendo. Su dolor era muy grande, pero ella siempre permaneció convencida de que su Hijo tenía una misión por cumplir muy importante consistente en dar su propia vida para redimir a la humanidad entera. Todo ello a pesar de que el demonio, al tentar a Jesús en el Huerto de los Olivos, le dice que su persona es muy poca cosa para salvar a toda la humanidad.
La figura de Judas nos hace reflexionar en esa doble moral que muchas veces tenemos al querer demostrar que somos de tal o cual manera delante de la gente y en verdad nuestros pensamientos son vergonzosos. Traicionamos a Jesús con un beso a pesar de que inicialmente ha tocado a nuestra puerta y le abrimos para que entrara en nuestro corazón, pero posteriormente lo desconocimos cuando los vicios y el pecado se volvieron atractivos.
La personalidad del Apóstol San Juan llama nuestra atención a pesar de que siempre permanece prácticamente callado. Su actitud nos enseña que son más valiosas las obras y las acciones, que las palabras huecas y las intenciones vanas. Su dolor y sus lágrimas sinceras al ver la flagelación y la crucifixión del Señor, nos impulsan a imitarlo.
En varias partes del mundo han surgido voces de judíos protestando por la exhibición de la película. ¿Con qué derecho se atreven a levantar la voz en su contra, si todos sabemos que se ha filmado con apego estricto a lo que realmente sucedió y que aparece en los Evangelios? Ellos dicen que es antisemita (hostil a los judíos), yo les puedo asegurar que no lo es y no lo es porque presenta únicamente la verdad. Esa verdad que lastima a los judíos porque les recuerda que históricamente son ellos los culpables de la muerte de Cristo. "Dice Pilato a los judíos: Aquí tenéis a vuestro Rey. Ellos gritaron: ¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale! (San Juan 19, 14-15). Entonces Pilato, viendo que nada adelantaba, sino que más bien se promovía tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de la gente diciendo: "Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis". Y todo el pueblo respondió: "¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!". Entonces, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarle, se los entregó para que fuera crucificado". (San Mateo 27, 24-26). Ante tal claridad de los Evangelios, los judíos no tienen para dónde hacerse, por eso han protestado inútilmente recomendando que la película no sea vista, pero de nada les ha servido, porque a pesar de los ataques, actualmente es número uno en audiencia en todo el mundo. Lo único que les queda por hacer es destruir los Evangelios, quemarlos, para intentar cambiar la verdad que vino a pregonar Nuestro Señor Jesucristo.
Al pueblo judío, que se quedó en el Antiguo Testamento y que no reconoce la Divinidad de Jesús, le ha correspondido históricamente ser instrumento que Dios utilizó para llevar a cabo su plan de salvación. Lo malo y lo triste es que no se dan cuenta que "también" por ellos murió Jesús y en su odio disfrazado al cristianismo, lo único que hacen es hablar de antisemitismo.
Por el poder que han tenido y que tienen actualmente los judíos, debido al control de los medios de comunicación y al dinero que manejan, estamos observando que han sacado el peor de sus venenos para hablar mal del extraordinario trabajo realizado por Mel Gibson. A la Iglesia Católica le ha faltado más fuerza para defender la película; solamente unas cuantas voces se han pronunciado a su favor. Pienso que todo ello se debe al "ecumenismo" reinante, que no desea herir susceptibilidades de la religión judaica.
Así como en la película podemos ver que son los romanos quienes se dejan manejar por los judíos, en la actualidad nos damos cuenta que son los norteamericanos quienes son controlados por los israelitas. Los "sumos sacerdotes" judíos que vimos arrogantes en la cinta, montados en un burro para dar testimonio de la crucifixión de Jesús, se parecen mucho a los perversos que actualmente dirigen el Estado de Israel, a los cuales la ambición sionista los hace depredadores del noble y sufrido pueblo palestino.
Pero el Señor nos pide que perdonemos, porque de lo contrario sería inútil su sufrimiento... En la película pudimos ver una escena hermosa y llena de paz que nos habla del amor que le debemos tener a nuestros enemigos. "Pero yo os digo, a los que me escucháis: amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da y al que tome lo tuyo no se lo reclames. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. Más bien, amad a vuestros enemigos y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los ingratos y los perversos" (San Lucas 6, 27 al 35). La coherencia de estas palabras la encontramos durante el momento supremo de la crucifixión: "Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a Él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda". Jesús decía: "Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen y se repartieron sus vestidos, echando a suertes". (San Lucas 23, 33-34).
Era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la Tierra hasta la hora nona. El velo del Santuario se rasgó por medio y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: "Padre, en tus manos pongo mi espíritu" y dicho esto, expiró. (San Lucas 23, 44 al 46). En esos momentos se había consumado el misterio más grande de toda la historia de la humanidad.
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