Segunda y última parte
Como buen hijo de la Gran Patria Socialista, Kalashnikov no ganó un cinco por su invento: no posee ni la patente ni los derechos, dado que su Gobierno regaló, como decíamos, el diseño. Claro que tiene estatua en su pueblo natal y no pocos reconocimientos de los sucesivos líderes gerontocráticos rusos, pero de lana, nomás nanay. Lo que le colmó el plato al buen Kalashnikov fue enterarse que su contraparte americano Eugene Stoner, el inventor del rifle de asalto M-16, se había hecho millonario. Y ello lo puso a rabiar por dos razones: porque siempre da coraje que otra gente (y no uno) se haga millonaria y porque el M-16 en comparación con el AK-47 es un mugrero, diseñado con las patas y tan confiable como un gobernador perredista. En Vietnam los soldados yanquis detestaban sus M-16 debido a su proclividad a encasquillarse y a dejar de funcionar en cuanto se mojaban o enlodaban… lo que, en los arrozales de Indochina, ocurría cada media hora. En cambio los guerrilleros del Vietcong seguían rete campantes, nadando en el fango con sus Kalashnikovas.
Kalashnikov, hoy un viejito de pelo plateado de 84 años con grado de Teniente Coronel de lo que queda del Ejército ruso (muy poco), ha seguido inventando cosas y dice no sentirse culpable por los millones de personas que han muerto debido al arma por él concebida. Con toda exactitud dice que fue hecha para defender a su patria y que la culpa de todos los fiambres es de los políticos, no del rifle. Faltaba más…
Pero seguía con el gusanito de que la vida (de los Gobiernos de Moscú, soviéticos o no, no podía esperar nada) lo podía haber tratado de otra manera. Así que se puso a comercializar diversos productos con su nombre, desde navajas hasta podadoras de césped… en Alemania. No pocos ultranacionalistas pusieron el grito en el cielo. ¿Cómo andaba haciendo tratos con el enemigo? Así que, para acallar a los envidiosos patrioteros, la semana pasada anunció que ahora va a explotar su muy reconocido nombre con otro producto, éste sí muy ruso y también de destrucción masiva: un vodka.
En efecto: ya está a la venta en Gran Bretaña y Rusia el vodka marca Kalashnikov. Según esto, el potente jugo de papa está hecho con los mejores materiales y agua del Lago Ladoga, el más grande de Europa y que (congelado) durante la Segunda Guerra Mundial sirviera de vía de emergencia para la rodeada y heroica población de Leningrado. Con esos antecedentes, vaya uno a saber qué tendrá el agua ésa.
Por lo pronto, yo me atengo al Stolichnaya… aunque si me dan la oportunidad y alguien me lo picha, me ofrezco a comprobar si el nuevo producto echa más tiros que su tocaya.
En todo caso, un nombre que ha sido sinónimo de muerte, destrucción y lucha, ahora será herramienta de brindis y de la muy eslava alegría. ¿Ven lo que pasa por no pagar derechos? Una razón más para combatir la piratería.
Consejo no pedido para andar hecho un 30-30: Vea “La bestia de la guerra” (The Beast, 1988) con George Dzundza, Jason Patric y Steven Bauer, la mejor película que conozco sobre la intervención soviética en Afganistán… donde la Kalashnikova tuvo una actuación estelar (me refiero a la guerra, no a la película). Provecho.
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