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Más que imprudente/Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

Más que imprudente —según la apresurada descalificación de su jefe— fue el lanzamiento jalisciense de Felipe Calderón como aspirante presidencial. Más que imprudente fue la reprimenda que de inmediato le asestó el Presidente. Más que imprudente es el desenlace de esa breve historia, que abate en amplia medida las capacidades gubernativas del Ejecutivo y torna imposible la reforma energética, para negociar la cual había sido incorporado Calderón al gabinete. Los protagonistas pertenecen a dos modos distintos de ejercer la militancia en Acción Nacional. En dos o tres momentos de su trayecto, Fox dejó ver la tenue condición de su pertenencia al PAN, y aun su disposición de afiliarse a otro partido o incorporarse al menos a otra corriente. Al menos le parecía estorbosa la disciplina partidaria, el entendimiento con la burocracia que dirige al PAN. No lo sé, pero no me extrañaría saber que cuando en julio de 1997 el gobernador de Guanajuato se lanzó tempranamente en pos de la candidatura presidencial, el presidente del partido le hubiera hecho llegar un severo extrañamiento, o lo formulara directamente, sobre la prematurez de esa actitud. Puesto que el líder panista entonces era Felipe Calderón, podría ser que el presidente le haya devuelto, con la autoridad que deriva de ser su jefe, el reproche de entonces.

A pesar de que Fox nació veinte años antes que Calderón, éste ha militado en el PAN durante más tiempo que quien acaba de aceptar su renuncia. Eso, sin contar que la infancia y adolescencia del ex secretario de Energía las vivió en un hogar de consagración militante. En 1988, cuando al influjo de Manuel J. Clouthier muchos empresarios y dirigentes de agrupaciones empresariales —Fox entre ellos— se alejaron del PRI para incorporarse a Acción Nacional—, hacía ya ocho años que Calderón ostentaba carnet de miembro activo, era dirigente nacional juvenil y miembro del CEN de su partido.

Esas circunstancias abrieron diferencias entre ambos, expresión de las que socialmente se abrieron entre la militancia tradicional, doctrinaria y apostólica y el rudo pragmatismo recién llegado. Por esos rasgos ideológicos y políticos Calderón advirtió sobre el riesgo de que el PAN ganara el poder y perdiera el partido. Aunque no hubo mucho tiempo ni espacio para saber dónde andaban las preferencias de cada quién, dada la condición avasalladora de la precandidatura foxista, es seguro que Calderón no contara entre sus más entusiastas apoyadores. Lo muestra el que no hubiera sido incorporado de inmediato al Gabinete, como era esperable por su condición de antiguo dirigente de su partido. Se dirá que precisamente esa condición lo orientaba mejor a la coordinación parlamentaria, que efectivamente ejerció. Pero no se vaciló en hacer que la abandonara ocho meses antes de la conclusión de sus responsabilidades, y eso para ocupar un cargo de segundo nivel.

Felipe Calderón pidió licencia como diputado para dirigir Banobras sólo porque este puesto quedó vacante ante la renuncia de Tomás Ruiz, que en sentido contrario marchaba en pos de una diputación priista (de la que pasaría, creyó candoroso, a la gubernatura veracruzana). Llevado al gabinete principal apenas en septiembre pasado para procesar la Reforma Energética que no habían podido consumar otros operadores, Calderón sólo pudo intentarlo durante nueve meses. No consiguió resultados y a últimas fechas, las tensiones por la sucesión presidencial en su partido inevitablemente disminuyeron su dedicación a esa tarea.

Aunque calculó abstenerse en la actual coyuntura, en espera de mejores condiciones para su partido, finalmente resolvió hacer explícitas sus aspiraciones para ahora mismo. Aunque Calderón rehusó aceptar explícitamente el apoyo que le ofrecieron el gobernador de Jalisco Francisco Ramírez Acuña y miles de panistas, al hacerlo estaba admitiéndolo. Pretender lo contrario es ingenuo o engañoso. Si el líder panista en verdad pretendiera esperar al momento oportuno, se habría abstenido de asistir al mitin de su lanzamiento. Es ya el precandidato de una poderosa corriente panista, y es inútil que lo niegue. Justamente porque lo es, con desmedro de la posibilidad que aún alienta la mitad de la pareja presidencial, Fox actuó fuera de lugar y fuera de tiempo y puso a Calderón en la inevitable situación de retirarse del Gabinete.

Las consecuencias de esta nueva muestra de la desaprensión presidencial se extenderán larga y profundamente en la política pública y en la estructura panista. Si bien es mejor abstenerse de emitir veredictos contundentes, puede considerarse que si alguna posibilidad tuvo alguna vez una Reforma Energética que abra terrenos a la inversión privada, esa posibilidad se canceló ahora. Y puede también estimarse que la dolencia expresada por Calderón en su carta de renuncia (“injusta y desmerecida” llamó a la descalificación presidencial) será ampliamente compartida en su partido.

Como reacción compensatoria, Calderón recibirá apoyos del panismo tradicional, y liberado de la carga administrativa que se lo impedía hasta ahora, podrá ser precandidato de tiempo completo, como ya lo es el senador Carlos Medina Plascencia. Si Fox se irritó ante la infracción de Calderón a sus deberes de colaborador (no obstante que en julio pasado el propio Presidente abrió las esclusas para que fluyeran libremente las aspiraciones de los presidenciables), hubiera podido reprochárselo en privado. No hacer que conociera su enojo por la prensa.

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