Como siempre, Andrea y sus amigas se tardan horas para salir del colegio. Ya me urge que maneje porque estoy harta de este trabajo mal agradecido, aburrido y esclavizante de ser chofer. Si las clases terminan a las 2:00 P. M., ¿por qué no pueden salir a las 2:30, como quedamos, para terminar la ronda temprano y llegar a tiempo a comer? -Hola mamá -Hola... Andrea, Erica, Vero... ¿Cómo les fue? -Bien. ¿Por qué todas se sientan atrás? Recuerdo cuando, de chicas, nos peleábamos por el asiento de adelante. Escucho que platican de las maestras, algo de un examen, del Torneo de la Amistad, de bla bla bla. Me desconecto, mientras, pienso en asuntos de mi trabajo y en el hambre que tengo. De repente, oigo que sus voces cambian, no más alto ni más bajo, sólo suenan diferente. -Erica, ¿vas a ir con Tito a casa de Lucía? -No sé. No estoy segura. Está muy chavito... Pongo atención a la plática. -¿Y tú, Andrea? ¿Van a ir tú y Julio? ¿Julio? ¡¿Quién es Julio?! Me doy cuenta de que le bajo a la velocidad mientras levanto la oreja. A pesar de lo engorroso que es andar de chofer por toda la ciudad, ir en el coche con uno o varios adolescentes tiene sus ventajas, si las sabemos aprovechar. Es uno de los mejores lugares para enterarse de lo que sucede en sus vidas. Aquí es en donde te enteras de reuniones, pasadas y futuras; sobre discusiones con maestros; sobre problemas entre las amigas, los trabajos que tienen que entregar y, sí, también sobre romances. Pero si no estás alerta al vasto potencial que el coche te ofrece, te lo puedes perder. Es decir, ten un poco de paciencia y un mucho de disciplina para sacarle jugo a las conversaciones del asiento de atrás. Primero, ya sabes, tu hija y sus amigas se suben y platican de trivialidades, de nada. Sólo te das cuenta que son de lo más ruidosas y que están llenas de energía. Y, por supuesto, ignoran tu presencia porque para ellas sólo eres la chofer. Por lo general, después de unos minutos, una de ellas dice algo que reta tu integridad y te hace estremecer... Tienes una fracción de segundo para decir algo o quedarte callada. A menos de que sea algo que verdaderamente te ponga los pelos de punta, sé liberal y déjalo pasar. Ahora, platican acerca de todas las cosas interesantes que les suceden y que normalmente no comparten contigo porque eres su mamá pero, ahora, se han olvidado de que estás ahí y actúan como si no pudieras escucharlas. Tú, sólo preocúpate por manejar bien y quedarte callada. Ésta es la manera en que tu adolescente te pone al tanto sobre algunos detalles de su vida. No arruines el momento haciendo preguntas. Deja que sus amigas sean las que las hagan. Escucha con atención. Claro, una vez que termina la ronda y sólo quedan tu hija y tú, llega el gran momento. Mientras salta al asiento de enfrente, piensas ¿Y, ahora, qué hago? Cada célula de tu cuerpo pide que le hagas preguntas del tipo: No sabía que Lucía va a hacer una fiesta el sábado... ¿Quién es Julio y cuándo lo voy a conocer? Detente. Ahora te toca entablar una conversación no verbal con tu hija. Mírala con ojos de: Escuché lo que dijeron y creo que tenemos que platicar. Si logras quedarte callada en lugar de iniciar un interrogatorio, notarás una expresión diferente en su cara. La verás más relajada, como si te respondiera: Sé que escuchaste y te agradezco que no me llenes de preguntas. Muérdete la lengua si es necesario y sólo transmítele el mensaje de: Está bien. De seguro, verás que voltea hacia enfrente mientras sube el volumen de la radio. Esto marca el fin de la conversación no verbal que, aunque no lo creas, te conecta con tu hija. Ten presente que cuando, en el coche, vas sentado lado a lado con tu adolescente, la posición es perfecta para que se abra más fácilmente. La intensidad del contacto cara a cara disminuye, lo que permite que la conversación fluya mejor y ayuda para que, con un diálogo inteligente, no un interrogatorio, tu hija baje las defensas y se exprese con mayor libertad. Nunca te escandalices por lo que son capaces de decir en el coche, ya sea en un trayecto corto, en un viaje largo por carretera o en el típico martes de ronda. Los grandes momentos se pueden dar en el lugar más inesperado, si el viaje en auto te brinda esta invaluable oportunidad, aprovéchalo. Tal vez no nos hemos dado cuenta de lo apropiados que pueden ser para ponernos al día, de manera muy natural, sobre lo que les acontece y les preocupa. Así, cuando nos necesiten, vamos a estar al tanto de todo y no van a tener que contarnos todo de principio a fin porque ya estamos enterados. Recuerda que tú eres mucho más que un chofer. En lugar de quejarnos por el tráfico, te invito a aprovechar esos largos trayectos que pasamos en el coche, incluso buscarlos o provocarlos, para escuchar y establecer un contacto con nuestros hijos. Porque durante esos tediosos recorridos por las calles, nuestros hijos hablan sin parar y lanzan joyas; está en ti atraparlas y reconocer su valor real para fortalecer su relación y conectarte con ellos. ¿No crees?