EL PAÍS
JERUSALÉN.- El reciente anuncio por parte del primer ministro israelí Ariel Sharon de que evacuará las colonias situadas dentro de Gaza parece haber dado rienda suelta al Ejército para efectuar nuevas operaciones de castigo.
14 palestinos, entre ellos diez milicianos armados, fallecieron y otras 50 personas resultaron heridas en el transcurso de dos incursiones registradas en el barrio de Shiyaia y en la localidad fronteriza de Rafah. El primer ministro palestino, Ahmed Korei, condenó lo ocurrido durante su visita a Roma, desde donde negó haber vendido hormigón a las empresas que construyen el muro de separación.
Tal como ya le ocurriera a su predecesor, el laborista Ehud Barak, cuando decidió retirarse del sur del Líbano en la primavera de 2000, Sharon tendrá que enfrentarse con la cúpula castrense, que parece resistirse al desmantelamiento de los asentamientos de Gaza.
Un día después de que el jefe del servicio de inteligencia militar, Aarón Zeevi, declarara ante la comisión de Asuntos Exteriores y Defensa de la Knesset que esta medida será interpretada como una “recompensa al terrorismo”, el Ejército efectuó dos redadas casi simultáneas. Si hay que evacuar la franja, que no sea mediante un gesto de debilidad, sino desde una posición de fuerza, vendría a ser el mensaje.
El coronel al cargo de la brigada norte (estacionada en el kibbutz de Nahal Oz y en el asentamiento de Netzarim) Yoel Strick, justificó la operación del barrio de Shiyaia señalando que “en las últimas semanas hemos apreciado un considerable aumento en el lanzamiento de cohetes y morteros, así como en la colocación de explosivos en las cunetas”.
Mientras los soldados, con las caras todavía pintadas de negro, se despojaban de sus equipos de combate y las grúas se llevaban los vehículos blindados, Strick no quiso especificar los efectivos empleados. “Fue una fuerza pequeña, pero altamente cualificada”, se limitó a decir.
Antes de su salida de la base para atender a los medios de comunicación, se podía ver en una esquina a cuatro palestinos de entre 20 y 30 años en cuclillas, esposados y con los ojos vendados. “Todos ellos eran miembros de una misma familia de la que sabíamos estaba implicada en el lanzamiento de morteros y en la preparación de explosivos”, afirmó Strick. Asegurando que al entrar en el inmueble habían encontrado un cinturón-bomba y otros artefactos, el coronel confirmó que dinamitaron la vivienda, de dos pisos de altura.
Una vez que los oficiales volvieron a entrar en la base, uno de los artificieros que habían participado en la demolición no ocultó su satisfacción. “Al colocar las cargas nos estaban disparando por todas partes, pero yo no dudé en asumir el riesgo”, comentó, prefiriendo no identificarse.
“Mire, a mi mejor amigo lo mataron en un atentado hace tres meses, así que no dudé en hacer mi trabajo”, agregó a escondidas de sus mandos este soldado, quien con sólo 18 años ya luce una gorra de la prestigiosa brigada Givati sobre su hombro.
La conversación se vio interrumpida por la caída en un descampado adyacente a la base de dos cohetes de fabricación casera modelo Qassam, que aunque supongan motivo de alarma sólo han causado una víctima a lo largo de toda la Intifada.
Entre los 12 muertos enterrados ayer en la ciudad de Gaza destacaba un hijo de Ahmed Hilles, el líder del movimiento Al Fatah en la franja, que trabajaba como agente de policía. También un dirigente del movimiento islamista radical Hamas, Hani Abu Skalia, quien ya había sido previamente objeto de dos intentos fallidos de asesinato por parte del Ejército israelí.
Del medio centenar de heridos nueve lo fueron de gravedad, entre ellos tres adolescentes que salieron a la calle para presenciar los tiroteos. Como en anteriores ocasiones, los féretros fueron conducidos al cementerio por una multitud clamando venganza.
La segunda incursión -que se saldó con dos muertos, un miliciano armado y un civil- tuvo lugar en la localidad de Rafah, situada en la frontera con Egipto. Según la oficina del portavoz del Ejército, el objetivo de la misma consistió en “neutralizar túneles utilizados para el contrabando de armas y explosivos”.
La incursión fue efectuada por una docena de tanques y excavadoras, que durante los últimos tres años han destruido cientos de viviendas supuestamente utilizadas como parapeto por los francotiradores o para esconder las entradas de los túneles.