“Nuestro país necesita un sistema migratorio que cumpla con las necesidad de nuestra economía y que refleje el sueño americano.”
George W. Bush
Desde fines de los años ochenta México y Estados Unidos han gozado del libre movimiento de capitales. Los beneficios para ambos países han sido considerables. Desde hace diez también ha habido libertad en el movimiento de la mayoría de los productos. Y también esto ha traído ventajas para ambos países.
Esta liberalización, sin embargo, no ha alcanzado hasta ahora a uno de los factores más importantes de la economía: la mano de obra. Las restricciones al libre movimiento de trabajadores entre Estados Unidos y México pueden ser comprensibles, pero sus costos son muy altos. Por ello es positivo el anuncio del presidente estadounidense George W. Bush de que buscará una reforma a la legislación migratoria de su país.
Algo tiene que hacer el gobierno de Estados Unidos para mejorar su política migratoria. El actual sistema, como lo reconoció ayer el presidente Bush, simplemente ha fracasado. No ha impedido que sigan ingresando trabajadores extranjeros al país, ya que hay una fuerte necesidad económica de ellos, pero sí ha generado una cultura de ilegalidad en la que millones de trabajadores se mueven fuera de todo registro oficial.
Desde el punto de vista de la seguridad nacional esta situación es una bomba de tiempo. Quienes viven en la ilegalidad crean una sociedad que escapa a los controles del Estado y fomenta el surgimiento de actos criminales o terroristas. La ilegalidad también promueve conflictos sociales.
Del lado económico, hace ya mucho tiempo que ha quedado demostrado que Estados Unidos no puede funcionar sin trabajadores extranjeros. A pesar de los castigos existentes, muchas empresas no logran que los estadounidenses tomen trabajos de poca remuneración o baja estima social. La única opción hasta ahora ha sido dar estos empleos a extranjeros.
Hay buenas razones por las cuales una sociedad puede oponerse a la inmigración, especialmente cuando ésta es masiva y proviene de países con culturas muy diferentes. Muchos estadounidenses se sienten incómodos cuando sus comunidades se ven invadidas por personas de diferente raza, cultura o religión. Se me podrá decir que esta actitud es inaceptable. Pero lo mismo ocurre en cualquier comunidad del mundo, incluso en México. Recordemos la reacción negativa de los mexicanos ante los pocos casos de flujos migratorios a nuestro país, a pesar de que siempre han sido muy pequeños en comparación con los de Estados Unidos. Los mexicanos nos quejamos de las leyes migratorias estadounidenses, pero las nuestras son mucho más restrictivas. La propuesta migratoria del presidente estadounidense Bush es bastante razonable. No busca simplemente darle una amnistía a quienes han entrado a Estados Unidos de manera ilegal, sino que crea un mecanismo de legalización sin dar como premio una residencia permanente o la ciudadanía. Establece, de hecho, un nuevo programa de trabajadores temporales que pueden laborar en los Estados Unidos si tienen una oferta de empleo. El gran riesgo, por supuesto, es crear una clase de trabajadores “temporales” que permanezcan de manera indefinida en Estados Unidos sin tener nunca derechos de residencia o ciudadanía, como ocurrió en Alemania con los Gästarbeiter turcos. Han surgido voces que acusan al presidente Bush de proponer este nuevo plan migratorio para ganar el voto hispano en las elecciones del próximo mes de noviembre. La verdad, sin embargo, es que la propuesta seguramente le costará votos. Los estadounidenses de origen mexicano son usualmente los más duros críticos de la inmigración, ya que los nuevos inmigrantes compiten directamente con ellos. Los actuales ilegales, que serían los beneficiarios directos de la medida, no pueden votar ni lo podrán hacer tras su legalización. En cambio, el número de estadounidenses que se sentirá amenazado por la liberalización migratoria será muy grande. Por ello pienso que la iniciativa del presidente Bush es valiente. Tanto por razones económicas como de seguridad nacional, Estados Unidos tiene que legalizar a entre ocho y 12 millones de trabajadores indocumentados. Así como el libre comercio ha sido beneficioso para nuestros dos países, una mayor libertad en el movimiento de personas será sin duda también positiva.
EMPLEOS
México se beneficiará de una mayor libertad de migración de nuestros trabajadores. Pero no olvidemos que la responsabilidad de nuestras autoridades es generar empleos dignos dentro de nuestro propio país. De ahí la importancia de que hagamos las Reformas estructurales que promoverán más inversión y más generación de empleos en nuestro país.
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