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Mel Gibson sigue siendfo un 'revoltoso'

El País

MADRID, ESPAÑA.- Mel Gibson vuelve a situarse detrás de la cámara para retroceder hasta la piedra angular de su fe. En la polémica y violenta La Pasión de Cristo (estrenada con gran éxito en EU) expresa artísticamente sus profundas creencias religiosas.

Como católico tradicionalista que no acepta las innovaciones del Concilio Vaticano II, Gibson (Nueva York, tres de enero de 1956) ha querido retroceder hasta el sangriento sacrificio de Jesús en la cruz para redimir los pecados de la humanidad. Desmiente las acusaciones de antisemitismo que se han lanzado contra él a causa del retrato que hace del sumo sacerdote Caifás y del pueblo judío, que le pide al gobernador Poncio Pilatos que condene a Jesús a la crucifixión.

Explica que se trata de un sacrificio ordenado por Dios del que todos somos culpables, que esta película no es ?el evangelio de Mel?, sino que se basa en un estudio en profundidad de las escrituras. Un actor católico (Jim Caviezel) interpreta a un Jesús inflexible que es cruelmente azotado y maltratado desde el principio hasta el fin de la película, mientras su madre María (la actriz judía de nacionalidad rumana Maia Morgenstern) y María Magdalena (la actriz italiana Monica Bellucci) observan el espectáculo con gestos descompuestos por el dolor.

Mel Gibson, una estrella internacional que logró la fama gracias sobre todo a la saga de Arma Letal, alcanzó el estatus de director respetado y premiado con dos Oscar por Braveheart (1995) y es también un productor de éxito con su compañía Icon Films, ha tratado el tema de la violencia, la guerra y el sacrificio en muchas otras películas: Cuando Éramos Soldados (2002), Señales (2002), Payback (1999) o Conspiración (1997).

-¿Cree que la Iglesia católica se ha convertido en una institución corrupta? ¿Es ése el motivo por el que ha querido recordarle a todo el mundo en qué se basa la auténtica fe cristiana?

Cualquier institución es susceptible de corromperse y eso también se aplica a la Iglesia católica. Cuando miro a mi alrededor veo un montón de contradicciones entre instituciones que no deberían contradecirse, incluso dentro de las propias personas que dicen tener ciertas creencias y no actúan en consecuencia. Por ejemplo, está el caso de los obispos que han perdonado y encubierto a miembros de su fraternidad que se han aprovechado de sus fieles.

Yo, sin embargo, creo que esas personas que han abusado de su posición deberían ser castigadas con dureza, porque los abusos contra los niños son de los más odiosos que existen y no hay nada que los justifique. Hay contradicciones que pueden minar la fe, pero también hay mucha gente que no es así y no puedes culpar a los principios de una institución por las acciones de sus miembros corruptos.

En cualquier caso, creo que la corrupción dentro de esa institución llega muy arriba, aunque a mí eso no me ha causado ninguna crisis de fe. Por supuesto que es deplorable, pero siempre he sido capaz de separar el aspecto humano de lo que es claramente otra cosa. En torno a estas instituciones hay política, dinero, avaricia, ego? y todo eso oscurece su auténtico propósito, que con lo que tiene que ver es con la fe, la esperanza, el amor, el perdón. Por eso pensé que la mejor manera de dejar todo eso de lado era recuperar el mensaje de Jesús.

-¿El rodaje de esta película no ha supuesto también para usted un periplo personal, dado que empezó a profundizar en la pasión de Cristo para salir de una crisis espiritual por la que pasó hace 12 ó 13 años?

Creo que hay un punto en la vida de todos nosotros en que tocamos fondo. Seguramente no hay nadie que pueda decir que no le ha pasado. Y es muy doloroso, como todo el mundo sabe, pero el dolor siempre es precursor del cambio. En mi caso también fue así. Cuando alcancé mi punto más bajo tuve que pararme y mirar atrás. Y lo conseguí centrándome particularmente en la pasión, que es el tema central de la fe cristiana.

Por supuesto, si te apoyas en algo para curarte acaba por convertirse en parte integral de quien eres. Y, sobre todo si eres artista, vas a acabar queriendo transmitirlo. Como artistas, tenemos que expresar lo que somos. O sea, hombres como Miguel Ángel o Leonardo Da Vinci ?y no es que me esté comparando a ellos? eran personas de gran intensidad emocional. Tenían muchos puntos débiles y sin embargo, sus legados son exquisitos. Y todo gracias al dolor, a que eran personas débiles. Creo que todos somos bienes dañados, pero que hay algo mejor ahí fuera si sabemos buscarlo.

-¿Qué películas o estilo visual le han servido como inspiración en La Pasión?

Me encanta Caravaggio, la cinética de su pintura es muy conmovedora. Sus fuentes de luz no son naturales, pero en cierta forma resultan muy cinematográficas. Y la temática, por supuesto, siempre es religiosa y violenta. No son cuadros agradables de ver, pero son grandes obras de arte. También me sirvieron de inspiración Mantegna y hasta Salvador Dalí. Me gustan un montón de pintores distintos, por eso he intentado imitar las cualidades de la luz, la violencia y las historias que contaban esos artistas.

Hoy en día, lo poco que sabemos de Caravaggio sale de los archivos de la cárcel, porque era un tipo tan apasionado que rayaba lo monstruoso. Pero precisamente de su bestialidad nacieron esas expresiones de la divinidad sobre el lienzo. Y se merece algo de crédito por eso, aunque fuera un borracho y maltratara a su mujer.

-¿Por qué decidió representar el sacrificio que Jesús supuestamente realizó por amor a la humanidad de una forma tan gráfica, con tanta violencia?

Al principio de la película se deja muy claro que se trata de un sacrificio previsto en un plan divino, así que es el deseo del Todopoderoso y la víctima lo acepta libremente. Es un terrible sacrificio realizado por el bien de todos los hombres de todos los tiempos, algo que aparece reflejado en buena parte de las escrituras, por ejemplo a través de Isaías. Eso nos hace a todos culpables.

La sangre y la violencia me parecían necesarias porque es así como me lo imaginaba. Lo que me conmovía era el punto hasta el que éste ser humano estaba dispuesto a sacrificarse por amor, a pagar por las transgresiones de los demás. Tuvo que ser muy duro para él, y yo tenía que llevar al público al límite. Pero tampoco puedes llegar tan lejos como para que se salgan de la proyección, aunque puede que algunos lo hayan hecho.

Así que he intentado no pasarme con la forma de rodar la película, estilizando las imágenes y eligiendo con cuidado la música. Mi intención era darles una belleza épica, incluso a las escenas más violentas, para no espantar a la gente. De todas formas, sé que no es una película fácil de ver. Pero es que no debería serlo.

-¿Qué piensa de la acusación de que su película aviva los sentimientos antisemitas al resucitar la vieja idea de que los judíos son los asesinos de Cristo?

Antisemitismo significa cometer abusos deliberados contra los judíos simplemente porque son judíos. Es un error moral en el que nunca he caído. Y según los dogmas de mi fe es un pecado que ha sido repetidamente condenado por la Iglesia. Hay varias encíclicas del Papa condenando el antisemitismo y cualquier forma de racismo contra un credo o religión.

No debes traicionar tus creencias para satisfacer a los demás, pero tienes que ser tolerante con todas las religiones y amar a todo el mundo. Porque todos los hombres, mujeres y niños que han vivido en la tierra, absolutamente todos, son hijos de Dios. Así que cuando preguntan quién mató a Jesús, la respuesta es que lo hicimos todos. Murió por los pecados de todos los hombres, así que si quieres yo mismo me puedo poner el primero en la fila de los culpables.

-En su película son casi exclusivamente hombres los que torturan a Jesús, mientras que las mujeres parecen amarle y sufrir por él. ¿Tiene algo que ver con su opinión sobre las diferencias entre los sexos en general?

Sí, creo que las mujeres son las que trabajan por la paz, son el género compasivo. Los hombres también pueden ser compasivos, pero creo que ellas tienen una espiritualidad mayor. O sea, los hombres van a la guerra. Las mujeres tienen hijos y lloran. Los hombres ganan, las mujeres pierden. Así ha sido siempre.

Adoro a las mujeres y quería retratarlas de una forma muy positiva. Pero también amo a los hombres, no todos los que aparecen en esta película son malos, también los hay bondadosos. Pero, hablando en general, quería mostrar la compasión de las mujeres, tal y como creo que siempre han sido y son aún hoy.

-¿Le fascina particularmente el tema de la guerra? Ha hecho muchas películas sobre ello.

Claro, por supuesto. He hecho cuatro películas de guerra (Gallipoli, en 1981; Braveheart, en 1995; El Patriota, en 1999, y Cuando Éramos Soldados, en 2002). Supongo que el tema ejerce cierta fascinación sobre mí, sobre todo el comportamiento humano en ese tipo de situaciones, porque en esos infiernos el resultado suele ser bastante extraordinario.

Tienes a personas civilizadas, normales, que pueden llegar a rebajarse al nivel más bajo de la naturaleza humana, rozando la frontera del comportamiento animal. Y justo al lado te encuentras la divinidad, una entrega y generosidad totales que hacen que algunos hombres estén dispuestos a realizar el sacrificio definitivo, a entregar su vida. Me parece fascinante que ambas cosas puedan convivir una al lado de la otra, que el ser humano sea capaz de los dos extremos. Sin embargo, como nunca he estado en la guerra ?ni siquiera he hecho el servicio militar? no acabo de comprenderlo del todo.

Odiaría encontrarme en una situación como ésa. No creo que a nadie le gustara a no ser que esté loco. Pero hay una inclinación general de los seres humanos por enfrentarse a lo que temen y examinar sus reacciones en esa situación. Así que supongo que está todo en mis genes. De todas mis películas bélicas, de la que más orgulloso estoy es de Braveheart, porque trabajé muy duro en ella y tengo una conexión especial con esa historia. Y, a pesar de que no se disparaba un tiro, la acción era igual de frenética.

-Cuando relató la tortura y la muerte del héroe escocés William Wallace en Braveheart, ¿su intención era que su historia se interpretara como una especie de parábola de la de Cristo?

No, no intenté que Wallace representara a Cristo, aunque lo parezca en algunos momentos. La escena con la cruz no es una crucifixión, sino un desmembramiento, una forma de tortura. Y lo cierto es que de verdad le hicieron todo eso. Incluso le pusieron una corona de pinchos. Pero me resistí a meter eso en la película, porque pensé que era demasiado y que nadie iba a creérselo.

Para mí, simplemente era una buena historia que resulta que tiene lugar en la Edad Media, en el siglo XIII en Escocia. Pero cosas parecidas se han repetido en todas las épocas, con hombres como Espartaco, Zapata, Michael Collins, Tomás Moro? personas que se la jugaron y cambiaron las cosas, para bien o para mal. En todas las épocas y todos los países ha habido personas que se han alzado y que han puesto sus creencias por delante incluso de sus propias vidas.

Son héroes y mártires y los ha habido desde el principio de los tiempos. En cuanto al héroe Wallace, había cosas en él que me interesaban especialmente, como su naturaleza primaria. Era muy obsesivo con las cosas que deseaba y nunca estuvo dispuesto a ceder.

-Usted, igual que su padre, se opuso a la guerra de Vietnam y sin embargo ha glorificado la imagen de los soldados que combatieron allí en Cuando Éramos Soldados. ¿Piensa lo mismo de las guerras de Afganistán e Irak?

La guerra es una de las cosas negativas que hay en la vida que sigue reapareciendo durante la historia como un mal sueño boomerang, porque forma parte de la naturaleza humana. Pero no creo que haya ningún paralelismo entre esos conflictos.

Para empezar, la guerra de Vietnam no empezó por culpa de ningún acto de agresión en territorio nacional, sino que estábamos metidos allí por algún motivo que no podíamos explicar. No me gustan las guerras, ni siquiera cuando están justificadas, pero no creo que hubiera una causa justa para la de Vietnam. En cualquier caso, sea cual sea tu opinión sobre ese conflicto, el hecho es que hombres y mujeres normales tuvieron que ir y enfrentarse a aquel infierno.

El mensaje de la película, en palabras del general Hal Moore, es ?odio la guerra pero amo al soldado?. Para él, los soldados no eran cifras. Eran seres humanos. Tanto los de un bando como los del otro. El problema fue que nadie se preocupó de darles cariño a esos soldados cuando volvieron a casa. Los suyos les dieron la espalda y les señalaron con el dedo, como si la culpa de aquello hubiera sido suya. Y los veteranos del Vietnam no se merecían eso: se sacrificaron, sufrieron y no tenían la culpa de nada.

-Cuando interpretó a un sacerdote que recupera la fe en Señales, ¿le recordaba la época en la que dudó de las creencias cristianas que le habían inculcado desde que era un niño?

Sí, claro. Incluso los mejores de entre nosotros o los más arrogantes son susceptibles de dudar de sí mismos. Y hay preguntas que todos nos hacemos, como: ?¿Qué hay ahí fuera? ¿Hay algo más grande que yo ahí fuera??. No creo que haya nadie que ande sobre dos piernas que no haya pensado eso. A mí me criaron de una manera muy peculiar, pero desde los 17 a los 35 años todo me daba igual.

Simplemente me desentendí de todo eso durante unos años. Pero después de una serie de lecciones llegué a la conclusión de que tal vez tenía que hacer algo a ese respecto, así que acabé volviendo, aunque estaba un poco desarraigado. Cuanto mayor eres, más fácil es que te rindas, y eso tiene que ver con que ya te has quemado las manos muchas veces. Pero así es la vida. Sin duda, dentro de todos nosotros se libra una batalla entre el bien y el mal. Y al final todo tiene que ver con que cada uno entienda las consecuencias de sus decisiones y el dolor que puede provocar una elección equivocada.

Si has sufrido, tal vez tomes el camino del bien. Pero yo aún estoy aprendiendo, sigo siendo un cachorro revoltoso. Así es la naturaleza humana; el espíritu lo intenta, pero la carne es débil.

-En pantalla ha interpretado a hombres violentos, capaces de matar si se les provoca, como el padre enfurecido de El Patriota. ¿Cree que el instinto está presente en todos los seres humanos y que debemos aprender a dominarlo?

Sí, creo que está en todos nosotros. Todos tenemos un instinto básico que siempre estamos intentado dominar y que toma distintas formas. Algunas personas son cleptómanas. Saben que no deberían hacerlo, distinguen lo que está bien y lo que está mal, pero no pueden evitarlo. Cosas así forman parte de la condición humana. Eso es lo que me gustaba de la historia.

No sé si tengo mente de asesino, pero sin duda me lo he imaginado y sé cómo es querer matar a alguien. Por eso no creo que fuera tan sumamente complicado llegar a ese punto. Cuando era joven hubo cosas que me enfurecieron tanto que acabé a puñetazos. Pero de ahí no se saca nada. En realidad, resulta bastante estúpido, porque normalmente lo único que consigues es recibir también tú.

Por eso, cuando te haces mayor te das cuenta de que no merece la pena y que incluso deberías evitar enfadarte, si puedes. Lo ideal es calmarse e intentar resolver el problema. Además, en cierto sentido la ira es también un crimen, porque se te queda dentro y la arrastras en forma de resentimiento. Y ese sentimiento acaba por hacerte un agujero en el alma, y si ese agujero crece demasiado al final cogerás una pistola y te cargarás a alguien. Hay que tener cuidado con eso, porque todos somos capaces de algo así. Por eso hay un mandamiento al respecto, no matarás, porque pasa todos los días.

-A menudo le vemos en pantalla como alguien osado y un poco loco, como Martin Riggs, el policía al que interpreta en Arma Letal. ¿Es así en la vida real?

¿Qué si estoy un poco loco? Sí, a veces crece dentro de mí una locura que me hace querer devorar el mundo. Creo que todos estamos poseídos por algo ancestral que se remonta a nuestros antepasados más lejanos. Y yo tengo la corazonada de que el mío era un finlandés con cuernos que cazaba animales y se los comía crudos.

Riggs es una de esas personas que ha tenido que hacer ese tipo de cosas para ganarse la vida y tiene una tolerancia mayor de las situaciones estresantes. De hecho, se ha convertido en un auténtico adicto, así que ya no puede pasarse sin ellas y si no apareciera una, la crearía.

Desde el punto de vista de un actor es fantástico interpretar a un personaje tan extremo porque te da un montón de posibilidades. No hay casi nada que no pudiera hacer. Hay policías así, los he conocido y dan un poco de miedo. Pero supongo que si estuvieras metido en muchos problemas y necesitaras a un policía, te gustaría que apareciera alguien como Riggs.

-¿Cómo se las arregla para cumplir sus obligaciones como padre teniendo siete hijos? ¿Qué les enseña en este mundo tan peligroso?

Nadie te enseña a ser buen padre. Tal vez el ejemplo de tus padres sea lo único que tengas. Lo más maravilloso de mis padres es que ellos nunca se rindieron. Y tengo diez hermanos y hermanas, así que aquello era una locura continua, siempre había alguien en medio de una crisis. Era horrible, pero en todas las familias pasa lo mismo. A mis hijos simplemente intento enseñarles a distinguir lo que está bien de lo que está mal y les hablo de las consecuencias de las malas acciones.

Porque en la vida tienes que tener algún tipo de noción ética a la que recurrir. Si no, tu comportamiento no tendría sentido. Y he comprobado que, incluso cuando están atravesando las peores fases de la adolescencia, tienes que seguir insistiendo en esas cosas. Y crees que no te están prestando atención, pero se enteran de todo, son como esponjas. Y un día te das cuenta de que están repitiendo las cosas buenas que has puesto en ellos. Y nadie es perfecto. Yo también he cometido errores, pero al final ha salido bien y mis hijos están creciendo y convirtiéndose en buenas personas.

-Lleva casado con la misma mujer 24 años. ¿Ya ha averiguado la respuesta que planteaba una de sus comedias más recientes, ¿En qué piensan las mujeres?

No, es imposible. Nadie conoce esa respuesta. Sigmun Freud se pasó la mayor parte de su vida adulta intentando responder a esa pregunta y murió sin conocer la respuesta. Creo que las mujeres piensan en tantas cosas como mujeres hay en el mundo. Y yo llevo 24 años intentando averiguar qué piensa sólo una de ellas y no he hecho más que arañar la superficie de la cuestión. Pero creo que la respuesta se encuentra en algún lugar entre el chocolate y la conversación. Si hablas y escuchas, entonces vas bien.

Desde luego, el haberme relacionado tanto tiempo con la misma mujer me ha hecho ir entendiendo poco a poco, hasta el punto de que descubres que todas esas historias femeninas no están tan mal. Y entonces puedes hacer todas esas cosas que les gustan y disfrutarlas, sobre todo porque a mi mujer le gustan y yo disfruto viéndola feliz.

-Al principio de su carrera era un rompecorazones, un hombre joven y sexy adorado por las mujeres. ¿Qué recuerda de aquella apasionada escena con Sigourney Weaver en El Año que Vivimos Peligrosamente?

Hace poco que he visto a Sigourney, vino a hacerme una visita cuando estaba interpretando una obra en Nueva York. Aún sigue siendo la misma mujer de la que me enamoré. Siempre me acuerdo de que solía sentarme en el balcón de nuestro hotel de Manila con una cerveza y un cigarro a observarla. Primero corría diez kilómetros y aparecía sudorosa, luego se ponía a levantar pesas en el gimnasio. Y yo seguía allí fumando y bebiendo una cerveza detrás de otra mientras la contemplaba nadar 45 minutos en la piscina sin parar ni un momento. Era como la mujer biónica, la persona más sana del mundo.

Recuerdo que teníamos que hacer una escena en la que nos besábamos apasionadamente y ella me levantaba del suelo. Cuando pasó a saludarme el año pasado hizo lo mismo, me levantó. Es una mujer muy hermosa, grande como una estatua, más alta que yo. Me parecía muy sexy. Tal vez yo también aceleré su ritmo cardiaco? no lo sé.

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