Llega al país una ventana transitoria, inédita e irrepetible
Torreón, Coah.- En los próximos veinte años, México se enfrentará al fenómeno poblacional llamado bono demográfico, el cual plantea una oportunidad irrepetible de crecimiento económico en caso de aprovecharse. No obstante, si se deja pasar, los riesgos que se avizoran resultan preocupantes a todos los niveles.
Dicho fenómeno es producto de un proceso conocido como transición demográfica. El documento La Transición Demográfica en América Latina, elaborado por el Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (Celade), lo explica de la siguiente manera:
“(..) Es un proceso de larga duración que transcurre entre dos situaciones o regímenes extremos: uno, inicial, de bajo crecimiento demográfico con altas tasas de mortalidad y fecundidad y otro, final, de bajo crecimiento pero con niveles también bajos en las respectivas tasas”.
Entre estos extremos de equilibrio es posible identificar dos momentos principales: “el primero, en el que la tasa de crecimiento de la población aumenta como consecuencia del descenso de la mortalidad y el segundo, en el que dicho crecimiento disminuye, debido al descenso posterior de la fecundidad”.
La magnitud y la velocidad del cambio en la tasa de crecimiento depende de la velocidad y del momento en que comiencen a descender la mortalidad y la fecundidad.
De acuerdo a lo establecido por el Consejo Nacional de Población (Conapo) el bono o dividendo demográfico es una “ventana de oportunidad” transitoria, inédita e irrepetible, que se basa en la metamorfosis demográfica que el México está viviendo desde los setenta y vivirá en las siguientes tres décadas y que, en esencia, se percibe en una disminución paulatina de la población dependiente (menores de 15 años y mayores de 64) en relación a la población en edad laboral (entre 15 y 64 años).
En cifras se traduce en lo siguiente: mientras que para 1970 la razón de dependencia total (dependencia juvenil más dependencia de la tercera edad) era de 108 por ciento, en 2002 decreció a un 58.4 por ciento, con una tendencia a la baja hasta alcanzar el mínimo histórico de 44.4 por ciento alrededor de 2020.
Por el contrario, la población en edad de trabajar crecía en 2002 a un ritmo de 1.5 millones por año, por lo que se espera que para 2006 haya 70 millones de personas de entre 15 y 64 años y para 2030, alrededor de los 90 millones. No obstante, el número de nuevos demandantes de empleo mantendrá una tendencia a la baja hasta alcanzar menos de 500 mil personas por año en 2030.
Según la Conapo, “la concurrencia de estas tendencias abre una ventana de oportunidad transitoria que el país puede y debe aprovechar para estimular el ahorro interno; efectuar inversiones en salud, educación y capacitación laboral; promover la creación de puestos de trabajo productivos y adecuadamente remunerados y prepararse tanto para aprovechar las oportunidades creadas por la nueva realidad demográfica como para enfrentar con éxito el proceso del envejecimiento demográfico”.
Respecto a este último fenómeno, se prevé que conforme la esperanza de vida al nacer se incremente, la tasa de natalidad se reduzca junto con el índice de dependencia de menores de 15 años, la población del país aumentará su edad promedio que en 2002 era de 27 años, al igual que la cantidad de adultos mayores de 64 años.
Con el incremento de la población en edad productiva y la disminución de la dependiente, “las inversiones en capital humano y la utilización plena del potencial productivo redundará en la creación de riqueza de nuestro país”, lo que le daría la oportunidad de enfrentar los retos de tener una población cada vez con más ancianos.
La experiencia de otras regiones puede servir como aprendizaje de lo que se puede hacer.
Experiencia de Asia y África
La Rand (Research and Development) Corporation, en su investigación Capitalizando el Bono Demográfico: Cómo la Dinámica Demográfica puede Afectar al Crecimiento Económico, muestra dos casos extremos: Asia oriental y el África subsahariana.
Los países de la primera región “han experimentado un mayor éxito en la ‘cosecha’ del bono demográfico debido a sus bajas tasas de fecundidad”. En el caso de los de la segunda, “prácticamente no han registrado ninguna disminución en sus tradicionalmente altas tasas de fecundidad”.
El documento explica las bases del “milagro económico” de Asia oriental. “La disminución de la mortalidad y posteriormente de la fecundidad, resultó en una rápida transición demográfica para la región entre 1965 y 1990. Como consecuencia, el crecimiento de la población en edad de trabajar fue cuatro veces superior al de la población dependiente”.
Pero, para aprovechar esta oportunidad se implementaron políticas públicas efectivas, entre ellas la creación de un sistema educacional fuerte y la liberalización del comercio, las cuales permitieron que “las economías nacionales pudieran absorber la generación del ‘boom’ dentro de su fuerza laboral”.
Según la Rand Corporation, el crecimiento real del ingreso per cápita fue en promedio de seis por ciento anual entre 1965 y 1990. “El bono demográfico da cuenta de entre un cuarto y dos quintos de este crecimiento”.
El África subsahariana, por el contrario, atraviesa por una transición demográfica extremadamente lenta. Las altas tasas de fecundidad y las familias numerosas se mantienen frente a la disminución de la mortalidad infantil. Por otra parte, los estragos del Sida / VIH diezman la población en edad productiva.
“Como resultado, la edad promedio de la población se ha mantenido baja y no hay bono demográfico que ayude a catalizar un período sostenido de crecimiento económico. En comparación, con Asia oriental, la proporción de personas en edad de trabajar en África subsahariana se mantiene muy reducida”.
De acuerdo al estudio de la Rand, conforme la fecundidad continúe siendo alta en esa región, será difícil que los países alcancen aumento en sus ingresos, mejoren sus condiciones de salud o tengan una mano de obra más educada.
El fenómeno del bono demográfico ha sido monitoreado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA, por sus siglas en inglés) en países como Japón, Corea, Hong Kong y Taiwán.
Según explica Alfonso Sandoval Arriaga, representante auxiliar en México de la UNFPA, el cuidado que pusieron estos países en el aprovechamiento de su potencial productivo fue un factor importante del notable crecimiento económico que han tenido en las últimas décadas.
Entre las estrategias asumidas por los gobiernos asiáticos orientales destaca la articulación de políticas económicas llevadas a impulsar la inversión productiva, la generación de empleos y la capacitación de la fuerza de trabajo.
“Y es que no basta con tener una población en edad activa y disponible, si no es una población efectivamente capacitada... en fin, es una combinación de políticas económicas, porque no es nada más la educación, también la salud, el aspecto social, por ejemplo”, explica Sandoval Arriaga.
América Latina ocupa una posición intermedia entre los casos de Asia y África. La región “atravesó por una transición demográfica bastante rápida pero, a causa de un débil ambiente político, no la ha podido aprovechar”, dice el documento de la Rand Corporation.
La transición de AL
Según el documento del Celade, en 1993 América Latina se encontraba “transitando la fase de disminución de la fecundidad, que se ha producido en forma rápida después de haber experimentado cambios importantes en la mortalidad antes de la segunda mitad del siglo —aunque todavía con un amplio margen de posible reducción—, con el resultado de una tasa de crecimiento en descenso”.
No obstante, la transición demográfica es un fenómeno muy complejo en el que intervienen variables diversas como el lugar de residencia, el estado nutricional y de salud de la población, conductas asociadas a la formación de uniones y a la planificación familiar y las migraciones. Además, los países difieren entre ellos del momento de inicio y el ritmo de los cambios en fecundidad y mortalidad.
Pero las diferencias se presentan incluso al interior de los países. No existe homogeneidad en la transición dentro de sus sociedades, existen grandes contrastes y desigualdades.
Y esto se presenta en México tanto entre regiones y entidades como entre el campo y la ciudad. Por ejemplo, la mortalidad infantil en las comunidades indígenas representa el doble de la que hay en las áreas urbanas, lo mismo sucede en cuanto a salud reproductiva y otros indicadores.
Pero a pesar de la complejidad y las diferencias existe una tendencia generalizada a considerar que la transición demográfica se da en el seno de las transformaciones sociales y económicas de la región, aunque la relación entre ambos “sea compleja y difícil de precisar”.
De tal forma y de acuerdo con un concepto de “modernización” acuñado en función de los cambios sociales de las décadas de los 60 y 70 y en base a los criterios de terciarización de la economía, urbanización y educación, “se ha encontrado que todos los países de transición demográfica avanzada presentan también un nivel de modernización avanzado”; los que se encuentran en plena transición se ubican en un nivel intermedio de modernización (parcial y acelerado) y así sucesivamente.
El Celade identifica a México dentro de los países en plena transición, con natalidad moderada y mortalidad moderada o baja, lo que determina un crecimiento natural cercano al dos por ciento. Presenta un reciente descenso en la fecundidad, por lo cual la estructura por edades se mantiene relativamente joven, aunque ya se perciba una disminución en la relación de dependencia.
Los desafíos en México
Esta transición demográfica, junto con la social, la económica y la política, forma parte de los cuatro grandes procesos que el Plan Nacional de Desarrollo 2001-2006 contempla como el marco de los “retos del cambio en México” y que obliga “a redefinir metas, rediseñar instrumentos y adecuar mecanismos de toma de decisiones”.
En el apartado en el que se hace un breve análisis de la transición demográfica se reconoce que “el crecimiento económico en épocas recientes no ha permitido asimilar la realidad de nuestro crecimiento demográfico”, ya que en el país es posible observar aún economía informal, subempleo, pobreza y rezagos en alimentación, educación, servicios de salud y vivienda.
Lo anterior ha provocado “una inaceptable desigualdad de oportunidades para los mexicanos, que la población resiente y que inhibe no sólo el crecimiento de la economía, sino también la propia convivencia social”.
El futuro demográfico demanda hacer frente a grandes desafíos. En los decenios siguientes México completará la última fase de la transición demográfica, la cual implica, a grandes rasgos, una disminución en el crecimiento de la población y el envejecimiento de la misma.
La proyección para mediados del siglo XXI se ubica entre los 130 y 150 millones de habitantes, lo cual anuncia el reto de dotar en los próximos años a los mexicanos de los medios básicos de supervivencia.
Por su parte, el notable incremento de la población en edad de trabajar plantea un aumento del potencial productivo y de creación de riqueza, pero, también, un enorme desafío en términos de nuevos puestos de trabajo.
Además, versa el documento, “el arribo de generaciones todavía numerosas a la edad de contraer matrimonio y formar un hogar independiente, demandará la construcción de alrededor de 23 millones de viviendas durante las siguientes tres décadas, equivalente al parque habitacional disponible actualmente”.
Otro aspecto importante de la transición demográfica es el crecimiento del grupo de adultos mayores, del cual se espera que en tan sólo quince años duplique su número actual. El impacto social y económico se dejará sentir como se puede leer en el PND 2001-2006.
“La confluencia del envejecimiento demográfico con el cambio registrado en el terreno epidemiológico, demandará profundas reformas estratégicas (...) del Sector Salud; impondrá fuertes presiones sobre la infraestructura económica y social; desafiará la viabilidad a largo plazo de los sistemas de seguridad social y exigirá una cuantiosa reasignación de recursos para proporcionar pensiones suficientes”.
El Gobierno Federal parece estar consciente de la oportunidad que abre el aprovechamiento del bono demográfico para resolver los rezagos y hacer frente a los desafíos. Al menos así lo plasma en su plan de desarrollo.
La fórmula que plantea parece simple: “El eficaz aprovechamiento de esta ventana de oportunidad podría contribuir a impulsar un círculo virtuoso de más empleo, más ahorro, más inversión”.
La meta: lograr crear empleos necesarios, “al propiciar una mayor capacidad de ahorro de los hogares y el despliegue de estrategias más eficaces tanto de formación y utilización de los recursos humanos disponibles, como de acumulación y movilización de activos”.
No obstante, la realidad parece inclinarse hacia la incertidumbre.
Los riesgos
Para el representante auxiliar del UNFPA, aún no existen las bases en la República Mexicana para hacer frente al gran desafío del bono demográfico.
Alfonso Sandoval Arriaga comenta que “ante una economía con un dinamismo bastante menor de lo que se había planteado como deseable, con una creación de empleos muy limitada, con una estructura muy desbalanceada de mercado de trabajo, es preocupante que México entre así a la etapa del bono demográfico”.
Entre las consecuencias, señala los niveles de desempleo y subempleo y la informalidad de la economía, continúen creciendo de manera que exista una enorme oferta de mano de obra que no va a ser absorbida por el mercado formal de trabajo y va a generar serias desigualdades en capacidad productiva.
“Pero la perspectiva a largo plazo es todavía más preocupante, porque esta ola de gente en edad productiva a mediados de siglo va a entrar a la edad avanzada con enormes necesidades tanto de sustento económico como de salud”. Lo cual, frente a un sistema de seguridad social que está cerca de ser insostenible, plantea la necesidad de realizar profundas reformas.
Respecto a si el Gobierno está tomando las medidas necesarias para abordar el bono demográfico en términos más ventajosos, Alfonso Sandoval considera que “si bien existe una conciencia pública sobre estos problemas, apreciamos que todavía esa preocupación no se han traducido suficientemente en políticas de largo plazo”.
Y es que las estrategias gubernamentales, dice, deben superar su carácter trienal o sexenal, convertirse en verdaderas políticas de Estado y que los acuerdos nacionales estén por encima de los partidos políticos. “Sentimos que éste es un camino que México todavía tiene que recorrer”.
No obstante, señala que todavía se está a tiempo y que además se cuenta con los recursos humanos y las capacidades institucionales para realizarlo.
Por su parte, la Rand Corporation advierte que “sin políticas efectivas los países pueden estar perdiendo oportunidades para el crecimiento económico. Peor aún, se exponen a experimentar altas tasas de desempleo, aumento de las tasas de criminalidad e inestabilidad política”.
Pero quizá la opinión más alarmante es la de Rodolfo Tuirán Gutiérrez, ex secretario general del Conapo, quien en su artículo Los Desafíos Demográficos en el Nuevo Milenio, plantea que de no aprovecharse el citado bono “se corre el riesgo de enfrentar una verdadera pesadilla social”.
Lo anterior debido a que “el empleo informal de baja productividad y el desempleo, podrían alcanzar límites sociales intolerables, nuestras carencias y desigualdades se reproducirían e intensificarían —aunque esta vez en una escala mayor— y lo que es peor, nos condenaríamos a convertirnos en un país de viejos y pobres”.
Desigualdad al interior
Los promedios nacionales ocultan diferencias notables entre las entidades del país, tal y como se explica en el capítulo cuarto, apartado tercero, del Programa Nacional de Población 2001-2006.
“Guerrero, Oaxaca, Puebla y Chiapas, ingresaron más tardíamente en el proceso de transición demográfica y por ende, cuentan con una estructura por edad más joven y una razón de dependencia relativamente elevada (...); hay un promedio de 73.5 personas en edad dependiente por cada 100 en edad laboral”.
Por el contrario, el Distrito Federal, Nuevo León y Baja California, se caracterizan por contar con una estructura por edad que motiva una razón de dependencia más favorable del orden de 51.2 personas en edad dependiente por cada 100 en edad laboral.
“La velocidad y las características de la transición demográfica en las entidades federativas afectará la duración de esta ventana de oportunidades”.
El problema fundamental al que los gobiernos Federal y estatales se enfrentan para aprovechar el bono es la creación de empleos. “Debe recordarse que el país enfrenta graves problemas laborales y un cuantioso rezago en la provisión de empleos”, se advierte en el Programa.
Como consecuencia entre la diferencia en los ritmos de crecimiento económico y poblacional en las dos últimas décadas se observan en el incremento de los flujos de migración hacia los Estados Unidos y la gran cantidad de personas de entre 12 y 59 años que no trabaja, ni realiza ninguna actividad.
Por lo que “se estima que (...) el número anual de empleos que requiere crear la economía mexicana, aunque decreciente, seguirá siendo muy significativo en los próximos tres lustros: del orden de 1.2 millones en 2000-2005, de 1.1 millones en 2005-2010 y de poco menos de un millón en 2010-2015”.
Pero el desafío no sólo responde a la cantidad de puestos de trabajo, sino también a la calidad, lo que “presupone, entre otros aspectos, mejorar el grado de calificación y productividad de la mano de obra”.
De esta forma, el Programa Nacional de Población visualiza la precarización del empleo como uno de los problemas estructurales más graves y visibles a superar. Dicho fenómeno social afecta a millones de trabajadores que se desempeñan en actividades inestables, de baja productividad, reducidos ingresos y nulas prestaciones.
Así, al inicio de la actual administración federal, era posible encontrar que el 44 por ciento de la población asalariada trabaja mediante contacto verbal y cerca del ocho por ciento cuenta con contrato por obra o tiempo determinado. Además, se estima que 21 millones de trabajadores, o sea, más de la mitad de la PEA, perciben ingresos de hasta dos salarios mínimos.
Lo que se recomienda
Para conseguir el aprovechamiento del bono demográfico, la Rand Corporation expone la necesidad de políticas efectivas en diversas áreas de la sociedad:
Catalizar la transición demográfica a través del mejoramiento de la salud pública. “Toda mejora en el plano de las condiciones sanitarias (...) conduce a una baja en la tasa de mortalidad, que lleva a su vez a un descenso de la fecundidad”. Por otra parte, “una población saludable puede promover el crecimiento económico y disminuir la pobreza”.
Acelerar la transición, por medio de la creación de programas efectivos de planificación familiar, “intensificando potencialmente los beneficios económicos y sacando a los países de un ciclo de pobreza”.
Establecer acciones en tres áreas claves: educación, economía y gobernación.
Educación. Es necesaria la inversión en todos los niveles educativos para transformar a la población joven en una fuerza laboral productiva.
Economía. Se requiere de una política económica que permita a una fuerza de trabajo cada vez mayor y mejor capacitada para rendir los beneficios a través del desempeño laboral. La estabilización macroeconómica, la flexibilidad del mercado laboral y la apertura comercial. No obstante, “las reformas políticas más relevantes deben ser adoptadas gradualmente y de forma tal que protejan a quienes puedan resultar perdedores en dichas transacciones”.
Gobernación. Se debe fortalecer la Ley, mejorar la eficiencia del Gobierno, reducir la corrupcióny garantizar la ejecución de los contratos.
Lo que se hará
Acciones que el Programa Nacional de Población 2001-2006 contempla para aprovechar las oportunidades que brinda el bono demográfico, cuyo seguimiento por parte del Gobierno Federal debe ser observado por la sociedad mexicana:
*Fortalecer las tareas de planeación y coordinación interinstitucional con el fin de crear sinergias que permitan maximizar los beneficios potenciales que se derivan de la ventana de oportunidad demográfica y extender al máximo el período durante el cual permanecerá abierta.
*Generar condiciones de equidad en el acceso a las oportunidades educativas.
*Fomentar acciones en el ámbito familiar, sobre todo entre los hogares en situaciones de pobreza, riesgo y vulnerabilidad social, dirigidas a fortalecer las inversiones en capital humano.
*Mejorar las condiciones de salud de la población en todas las etapas del curso de vida y fomentar una cultura de la prevención y del cuidado de la salud, que proteja a las personas de daños en etapas posteriores de sus vidas.
Promover una mayor conciencia entre los tomadores de decisión y el público en general sobre los beneficios que podrían derivarse del aprovechamiento del bono demográfico.
*Fomentar el desarrollo de investigaciones demográficas, así como de carácter multidisciplinario, para avanzar en la formulación e instrumentación de políticas de acompañamiento en cada una de las entidades federativas del país que permitan aprovechar adecuadamente la ventana de oportunidad demográfica.
*Vigorizar los programas orientados a ampliar las oportunidades de capacitación y empleo de la fuerza de trabajo.
FUENTE: Programa Nacional de Población 2001-2006