Los pronósticos para el desarrollo social y político de México en el inicio del siglo XXI nos remiten inexorablemente a uno de nuestros platillos favoritos, la tostada, porque hoy muchos decimos que México está... de la tostada: crecimiento económico nulo, desempleo altísimo, pobreza enorme, salud desastrosa, vivienda deficitaria y educación de ínfima categoría. ¿Cómo no vamos ha estar de la tostada con estos ingredientes, que nos convierten en un cóctel de mal sabor y pésimos augurios?
Desearíamos tender manteles de encaje a las maravillosas viandas de la cocina mexicana. Iniciarlas o terminarlas, por ejemplo, con una sabrosísima tostada de pata y un champurrado de chocolate. Querríamos que los dulces nacionales, de tan delicado sabor, fueran el postre de una mesa alegre, bañada a veces con pulque, tequila y mezcal, por supuesto con exquisitos escamoles y gusanos de maguey para botanear.
Eso anhelaríamos los mexicanos: felicidad, comida y futuro. Sin embargo, hoy vivimos de la tostada: la inseguridad y el crimen nos persiguen en todas las equinas; el tejido social se desgarra y la política se convierte en nota roja. El amarillo llena las ocho columnas de nuestros periódicos y el triste gris de la mediocridad las pantallas televisivas.
¿Cómo no vamos a estar de la tostada, si nuestros niveles culturales, en vez de remontar con base en nuestra grandeza cultural, se enrarecen con el chisme narcotizado de telenovelas y teleseries cargadas de violencia, pornografía y estulticia? ¿Si en vez de contemplar nuestros valles y volcanes, eternizados por Velasco y el Dr. Atl, observamos sólo los miasmas que los ocultan y que enferman ojos, garganta y pulmones? ¿Si los puentes carreteros, antes orgullo de la ingeniería nacional, hoy día se derrumban acaso por la corrupción de contratados y contratantes? ¿Si importamos gasolina siendo un país rico en yacimientos de petróleo, esos que López Velarde adjudicó al diablo? ¿Si nuestra juventud se envenena con alcohol y drogas por falta de incentivos y esperanza?
¿Cómo no vamos a estar de la tostada, si las primeras damas quieren ser gobernadoras y presidentas sin mayor mérito que compartir con sus esposos el lecho matrimonial? ¿Si los partidos políticos no representan a nada ni a nadie y los candidatos no son más que títeres de la comunicación colectiva? ¿Si quienes rigen y conducen la opinión publica ostentan una mediocridad supina?
¿Cómo no vamos a estar de la tostada, si hemos abandonado tradiciones y costumbres, sustituyendo la tostada por el hot dog y el Quijote por Superman? ¿Si los gobernadores son los sicarios del narco, los diputados no generan leyes y los contratistas se convierten en mecenas de la política y dueños del destino nacional?
Sociedad en caos, ingobernabilidad, mafias que se apoderan de los espacios de Gobierno (ése sí que es un verdadero “empoderamiento”), autoritarismo mesiánico en que los iluminados anteponen su interés a la Ley. Pero ojo, el éxito y la fama son engañosos y la presencia constante en los medios de comunicación no significa necesariamente talento y trascendencia. Los escenarios de la cultura y la política suelen confundirse, así como lo relevante con lo aparente. Crear un liderazgo implica una profunda vocación y un sentido de universalidad que debe situarse más allá de lo cotidiano, teniendo a los valores del espíritu como metas superiores.
En lo que se refiere a la gastronomía, debo decir que ésta permite el juego de la imaginación y la mezcla mágica de olores y sabores y también que en ella asoman valores de libertad, justicia social y aspiraciones a un mundo mejor. Pero sobre todo quiero referirme al libro de mi hermano Gerardo Chapa, de próxima aparición, cuyo título he aprovechado para describir la negativa situación que padecemos en estos momentos dentro del país y que es tan significativa como preocupante. Así pues, debemos transformar estas dolorosas realidades, para bien de todos, y con esta idea, hoy y siempre, me quedo con las tostadas de México y con el México de la tostada.
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