Tal como lo escribió el licenciado Gilberto Serna, editorialista de El Siglo de Torreón yo tampoco he podido sustraerme de invitarlo a dialogar sobre la mala participación de nuestros compatriotas en los Juegos Olímpicos efectuados en Atenas, Grecia.
Mucho se ha comentado al respecto, escuchándose opiniones encontradas; desde las ridículas emitidas por los jilguerillos de la televisión, que con mala fonación y pésimo castellano tratan de justificar el fracaso de la mayoría, ese que ellos construyeron al sembrar falsas esperanzas con ánimos de venta; otras muy centradas, que nos hacen ver nuestra realidad basada en la ineficiencia, la corrupción y hasta las malas voluntades.
Algunas no tienen desperdicio, son verdaderamente ridículas y exhiben a quienes las plantean; o diga usted ¿qué valor pueden tener las justificaciones de calor, tiempo, errores de los árbitros y otras igualmente tontas? ¿qué acaso los contrarios no estaban en la misma cancha, con las mismas condiciones?
Se ha preguntado ¿por qué a los mexicanos les fue mal al final de sus participaciones? En Tae Kwan Do, una de las competidoras favoritas perdió ante la oponente coreana en el último round, luego de ir ganando los dos primeros, ¿qué le hizo cambiar de actitud para dejar de dar batalla en los últimos minutos?, ¿por qué los futbolistas mexicanos juegan con nerviosismo (modo de llamarle sutilmente al miedo)? ¿qué pasa con los boxeadores que en otros tiempos eran los peleadores a vencer? Y qué me dice de los tiradores con arco, que se colocaron en los primeros lugares hasta las últimas tres flechas a tirar; para el arquero mexicano era más fácil acertar en la diana que errar y... falló. El colmo: ¿por qué sólo a la ciclista mexicana se le perdió su bicicleta durante el viaje a Grecia? Y ¿por qué los clavadistas y los marchistas, y...?
Todo lo malo les sucedió en el último momento, cuando estaban por lograr el objetivo; pareciera que les invadiera el temor. ¿Miedo al éxito?... tal parece que sí. Igual pasa con los niños pequeños que están aprendiendo a caminar, cuando se descubren dando los primeros pasos y ven las caras de sorpresa de los mayores; es entonces cuando toman conciencia de lo que está sucediendo, pierden la confianza y caen al suelo. Lo malo es que nuestros deportistas no son infantes.
Los atletas mexicanos perdieron “con la cara al sol” , se “vistieron de gloria” y “debemos reconocerles su esfuerzo” justificando la derrota con aquello de “lo importante no es ganar sino competir”, frase que no comparten los triunfadores que aseguran que “lo importante no es ganar, sino lo único”.
Permítame compartirle algunas opiniones de amigos que muestran la sensatez que no tienen muchos que se dicen profesionales de la comunicación deportiva, aunque también debo reconocer que son personas que se diferencian de ellos porque gustan del estudio, la investigación y la reflexión.
El arquitecto Gregorio Muñoz le escribe a sus amigos vía Internet: “ Los resultados logrados por las potencias deportivas están relacionados con cuestiones económicas y demográficas. Así, la mayor potencia económica y la nación de mayor población ocupan los dos primeros lugares (se refiere a EUA y China) ... en las prácticas de competencia con la inclusión de la alta tecnología en la medicina deportiva, en la calidad de los materiales deportivos, en las comunicaciones y en la medición del tiempo. Conocimiento puro... mi sentimiento, sin embargo, no es el de las ilusiones rotas, el equipo llegó a competir la final formado por los menos malos del barrio después de una noche de parranda, donde por adelantado celebramos el triunfo que sabíamos nunca iba a llegar”. ¿no le parece contundente su punto de vista?
Ángel Morales Salazar, otro lagunero, le contesta por la misma vía electrónica a Fernando Llama quien provocó el diálogo: “Definitivamente nuestro Gobierno, en todos los niveles, debe cambiar radicalmente sus esquemas y su forma de asignar recursos, recompensar atletas y entrenadores, disminuir la burocracia y el favoritismo; entrar al juego de la globalidad contratando entrenadores de clase mundial, haciendo obligatorio el deporte en las escuelas oficiales a todos los niveles y no hablo de cascaritas de futbol, hablo de atletismo y otros deportes. Creo que aunque tercermundistas, somos un país de 100 millones de habitantes, con suficientes recursos para ser mejores que países infinitamente más pobres como Cuba”. ¡Sin comentarios¡
Los motivadores profesionales del campo de la administración dan su punto de vista en relación al temor que nos genera el éxito: “En algunas ocasiones podemos encontrar tropiezos en la vida, quien desea triunfar asume ante ellos una actitud de aprendizaje, mientras que quien se sabotea asume una actitud de: mejor no lo vuelvo a intentar”.
Los dedicados a estudiar la conducta humana dicen que el éxito puede asustar o hasta avergonzar a personas que por diversas razones se sienten incapaces de lograrlo e inmerecedores de tenerlo. Los psicólogos clínicos creen que se trata de jóvenes que en su formación infantil fueron excesivamente críticos con sus compañeros, tratando de hacerse de un lugar preponderante en su grupo social, intentando transformarse en valiosos para los demás.
Otros, también por las propias particularidades humanas, imaginan que con el éxito les vienen responsabilidades que no pueden cumplir, generándoles nuevos miedos. Lograr ganar, ser el mejor, representa un compromiso en sí; consigo mismo, con los cercanos y con la sociedad; empuja al triunfador a salir del anonimato, a “dar la cara”, situación que no todos podemos soportar porque representa otras “obligaciones sociales”, entre ellas responderle al público, contestar preguntas y enfrentar ofensas, someterse a críticas, agresiones e intromisiones en la vida privada, estar expuesto a la maledicencia y sentir la obligación de volver a vencer, que los hace pensar en la posibilidad del fracaso y el consecuente temor a sufrirlo con el resultado final: Errar, temer y/o abandonar.
La inseguridad se agrava cuando los “chupasangre de la mercadotecnia” los visten de héroes y los presentan como lo que no son; los declaran invencibles y ejemplos a seguir por los demás; les obligan a declarar lo que no creen o sienten y les rodean de una aureola sobrenatural componiéndoles himnos y corridos, haciéndolos cómplices en la mentira, generándoles culpa que les lleva a temer al éxito. Son casos típicos que terminarán promocionando artículos de consumo innecesarios, sin que a los mercadólogos les importe el probable daño ocasionado al atleta, al deporte nacional y a México.
Así no es de extrañar que se presente el “autosabotaje” que el deportista hace a sus propias capacidades, para lo que estaba preparado y que ahora teme inconscientemente.
Desde luego que cuenta la mala preparación, la falta de recursos, la rapiña, la mala fe y falta de honestidad de quienes tienen a su cargo el deporte nacional. ¿Sabía usted que viajaron más delegados, funcionarios, amigos, familiares, chorcha y entrenadores que deportistas?
Lo cierto es que los mexicanos estamos llamados a algo más que ser comparsas en el deporte internacional y que debemos exigir, a quienes se cuelgan de los presupuestos deportivos, que trabajen a favor de México y no de sus intereses. De nuevo la petición que le hago frecuentemente: Platique de este tema con los menores, no deje que se desinformen con los merolicos deportivos que sólo pueden atender, literalmente, las demandas y apetitos de sus patrones, descuidando al público del que dicen ser servidores.
ydarwich@ual.mx