GÉNESIS EMPRESARIAL
Tener miedo o sentir temor, a lo que sea, es la emoción que más desgasta y paraliza nuestro quehacer cotidiano, trátese de un gran empresario o de su más humilde colaborador. Y el temor al fracaso es el que más inhibe la acción emprendedora. ¿Cómo vencerlo?, ¿cómo lograr actuar positivamente, a pesar de él, puesto que no estamos exentos de sentir miedo? Más de alguna vez en la vida... ¿quién no lo ha sentido? Lo fundamental es romper las cadenas mentales que hacen que el temor nos inutilice.
Cuando nos apegamos a las reglas que nos enseñaron en la familia y en la escuela - que para mí muchas de ellas ya no tienen vigencia - es cuando dejamos de sentir miedo. Esas reglas nos hacen caer en la trampa de creer en que por hacer bien las cosas infaliblemente nos irá bien en los negocios o en el trabajo. Y seguimos insistiendo, a pesar de que los malos resultados nos griten que vamos por el camino errado.
Debemos, entonces, trabajar con otras reglas. Incluso hay que evaluar si la educación familiar y escolar sigue siendo válida para el mundo actual de los negocios y de la vida personal. Y eso es lo que nos atemoriza, pues significa el abandono de paradigmas, que nos dan seguridad, pero no nos dan los resultados deseados. El camino de perfeccionar nuestro quehacer a pesar de que éste no sea el acertado equivale, en su estricto sentido, a un intento de mejora continua. Equivocadamente creemos que perseverar en lo que hacemos, aunque no nos esté dando resultados, es la solución. Lo que realmente requerimos es un acto supremo de discontinuidad.
He repetido que la sola fuerza de voluntad no es suficiente para lograr el éxito. Se necesita un giro de 180 grados en el pensar y en el actuar. Y eso es lo que nos da miedo, dejar nuestras costumbres y hábitos que nos “funcionan” como amuleto de la buena suerte y de seguridad personal. Y esto es tan absurdo como creer en que si sigo haciendo lo mismo que venía haciendo puedo esperar un resultado distinto. Lo cual me recuerda la frase aquella que dice: ”Si siempre haces lo que haces, siempre obtendrás lo que obtienes”.
Veamos algunos ejemplos típicos de personas temerosas:
El que critica al que no lo intenta, pero él mismo no se arriesga. El exagerado conservador, que por su miedo de perder está renunciando a la posibilidad de ganar. El que no arriesga no gana.
El agorero, que todo lo ve como fracaso en ciernes. Y que desdichadamente en muchas ocasiones con sus comentarios fatalistas, y carentes de fundamento, contagia a los emprendedores y nulifica acciones que podrían haber tenido éxito.
Es importante saber que existen muy pocos casos de empresarios que siempre hayan ganado. La experiencia de perder es parte de un valioso “equipaje”, del currículo de cualquier emprendedor exitoso. Y debe ser visualizada y aprovechada como una fuente de aprendizaje. He sabido de algunos contratantes que valoran este hecho - a grado tal - que piden como requisito a los candidatos el que hayan quebrado un negocio propio, al menos una vez en su vida. Porque el estar quebrado puede ser una situación temporal. Y es prueba fehaciente de que se han asumido las consecuencias del riesgo. El miedo puede convertirse en una forma permanente de vida... paralizada y fracasada.
Quizás por eso existen muchas más personas que prefieren ser empleados, que empleadores. Porque a la mayoría les da miedo arriesgarse. Se llenan de pretextos y de una lista enorme de por qué no intentarlo: “no tengo dinero; no estoy preparado; no tengo el don; eso es para los ricos; es mejor un empleo seguro; “tortilla dura, pero segura”, etcétera. Y, lamentablemente, lo que más necesitamos en nuestro país es gente emprendedora.
Ser empresario requiere de una alta tolerancia al riesgo y de la capacidad para afrontar el fracaso; de saber que sus decisiones implican sacrificios y de estar dispuesto a aceptarlos. Implica también un buen grado de confianza en sí mismo, autodisciplina, perseverancia y flexibilidad para cambiar si las cosas no salen como se espera.
Es de tomar en cuenta un dato estadístico de una encuesta realizada a un grupo de emprendedores, que arroja la siguiente conclusión: “dos tercios de los entrevistados han manejado, en promedio, tres negocios antes de consolidar una empresa rentable”. Esto confirma la perseverancia y flexibilidad del verdadero empresario; virtudes con las que se enfrenta a sus miedos y temores.
Y lo curioso de la emoción del miedo es que - de todas las cosas que tememos que sucedan - ¡más del 90 por ciento de ellas no ocurre nunca! Todo está en nuestra imaginación... incluidas las posibilidades del éxito o del fracaso.
El autor es Consultor de Empresas en el área de Dirección Estratégica. manuelsanudog@hotmail.com