EFE
ISLAMABAD, PAKISTÁN.- Miles de policías ocupan las calles de Karachi, la mayor ciudad de Pakistán, paralizada por la huelga general convocada por la principal alianza de grupos políticos integristas islámicos del país para protestar por la violencia religiosa que ha costado la vida a más de 50 personas en un mes.
Tras la oración del musulmana del viernes, pararon los transportes y cerraron los comercios de la ciudad, donde se encuentra el principal puerto de Pakistán y las calles aparecían desiertas, sólo recorridas por los vehículos de los 18 mil policías desplegados por las autoridades para evitar incidentes.
La Bolsa de Karachi también tuvo que cerrar a media jornada, debido a la ausencia de agentes en el mercado bursátil, según han informado los medios de comunicación paquistaníes.
Además de las patrullas terrestres, varios helicópteros sobrevuelan la ciudad para detectar cualquier brote de violencia, aunque un portavoz policial aseguró que “la protesta se desarrolla hasta ahora de forma pacífica”.
En otras ciudades, como Qüeta, donde hay una importante comunidad shii, también se han paralizado las actividades, aunque en el resto del país el seguimiento es irregular, según las televisiones paquistaníes.
La Mutajida Majlis e Amal (MMA), alianza de partidos integristas islámicos con una importante presencia en el Parlamento, había convocado esta huelga tras los atentados del pasado domingo, en el que fue asesinado un destacado clérigo musulmán suní, y del lunes, en el que un terrorista suicida hizo explotar una bomba en una mezquita shiita, donde mató a 20 personas e hirió a otras cuarenta.
En las principales ciudades del país se han llevado a cabo manifestaciones tras la oración del viernes, en las que los oradores se han dirigido a los participantes para pedir la rápida solución de los casos y la detención de los responsables de los asesinatos.
Los dirigentes de los grupos integristas parlamentarios de la MMA no han reaccionado ante una propuesta del partido que gobierna el país, la Liga Musulmana de Pakistán del primer ministro, Mir Zafarulah Jan Jamali, para crear una administración conjunta en la provincia de Sind, cuya capital es Karachi, a fin de luchar conjuntamente contra la violencia.
Sobre el último atentado, el pasado 31 de mayo contra la mezquita shiita del Imam Bargeh Ali Reza, el subjefe del Departamento de Investigación de la Policía paquistaní, Gul Hasan Sumo, dijo ayer que “el principal sospechoso es el grupo Lashkar e Jhangvi”, una organización terrorista islámica suní.
“Aunque los resultados no son definitivos, los indicios de que disponemos hasta ahora apuntan directamente a Lashkar e Jhangvi”, recalcó Sumo, que indicó que este grupo puede pretender enfrentar a la comunidad mayoritaria suní con los shiitas, que son el 20 por ciento de los 145 millones de habitantes de Pakistán, “para crear inestabilidad en el país”.
Tras los últimos atentados, el presidente de Pakistán, general Pervez Musharraf, anunció medidas drásticas para acabar con la violencia en Karachi, convertida en la ciudad del país donde mayor número de atentados se han registrado en los últimos años y en centro de actuación de grupos terroristas islámicos supuestamente relacionados con Al Qaeda y los independentistas cachemires.
El jefe de Policía de Karachi, Asad Ashraf Malik y dos de sus principales ayudantes fueron destituidos el miércoles pasado y todavía no se ha anunciado quién será sus sustituto.