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MIRADOR

Armando Fuentes Aguirre (CATÓN)

El rey no creía en nada. Es natural: los hombres en quienes nadie cree acaban por no creer en nada. Como en nada creía, el rey se volvió cínico. Dio en pensar que todo puede comprarse con dinero. Es natural: los hombres que creen que con dinero se puede comprar todo es porque todo lo venderían por dinero.

San Virila se propuso hacer que creyera. Para conseguirlo obró un milagro: hizo que todos los astros del universo detuvieran su curso. Aquello, por supuesto, fue muy impresionante. El rey, estupefacto, sólo acertó a decir que creía que ya empezaba a creer. Temblando pidió a Virila que todo volviera a ser como era.

En eso, sin embargo se oyó el llanto de un niño. Inquieto, Virila se encaminó hacia el lugar de donde provenía el llanto.

-¿A dónde vas? -se atribuló el monarca-. ¡Regresa y haz que los astros vuelvan a moverse!

-Ahora vuelvo -le contestó Virila-. Tengo algo más importante que hacer.

Y fue a calmar el llanto de aquel niño sin ocuparse ya de los astros de todo el universo.

¡Hasta mañana!...

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