Si alguien me hiciera la consabida pregunta: "¿Qué libro llevaría con usted a una isla desierta?”, yo no respondería automáticamente que la Biblia.
Pensaría mucho la respuesta. Dudaría entre llevar la Biblia, las obras completas de Shakespeare, el Quijote o un manual de supervivencia para náufragos.
Ahora estoy leyendo por primera vez el Quijote. Lo he leído cinco o seis veces, pero ésta es -otra vez- la primera vez. En esta nueva lectura he hecho un descubrimiento: siempre se ha dicho que don Quijote era un hombre que deseaba cosas del pasado para el mundo del presente. En eso, se afirma, consistía su locura. Yo digo que don Quijote quería plasmar en el presente un ideal futuro: el de un mundo de justicia y amor. En eso consistía su sueño.
Cada uno de nosotros es en alguna forma una isla desierta. El viejo y novísimo libro de Cervantes me dice ahora cosas que antes yo no podía oír. Mañana me hará ver lo que no veo ahora.
¡Hasta mañana!...