El obispo de la diócesis llamó al padre Soárez y le dijo:
-Sé que sueles charlar con el Cristo de tu iglesia.
-Así es, Su Excelencia -respondió el padre Soárez-. Cualquiera, hasta un obispo, puede platicar con Él.
-Bien -prosiguió el dignatario sin oír-. Como tú sabes, hay mucho sufrimiento en el mundo, mucha pobreza, dolor y soledad. Pregúntale al Señor por qué no hace algo para aliviar todo eso.
El padre Soárez respondió:
-No puedo hacerle tal pregunta a Cristo.
-¿Por qué? -se sorprendió el obispo.
Explicó el padre Soárez:
-Porque seguramente Él me preguntará lo mismo a mí.
¡Hasta mañana!...