Un episodio de "Los Simpson", esa irreverente tribu, presenta a Homer en plena rebeldía religiosa. Un domingo el padre de familia se niega a ir a la iglesia. Resiste las vivas exhortaciones de su esposa y se queda en su casa mientras la señora y los hijos van al servicio dominical. Tras un moroso baño de tina, y luego de prepararse en la cocina un desayuno heterodoxo, se pone a ver en la tele un partido de futbol. En eso se le aparece Dios en la figura de un majestuoso anciano miguelangelesco. El Señor le reprocha a Homer su inasistencia al templo y le pide una explicación de su conducta.
-Señor -argumenta él-. Los sermones son largos, aburridos.
Se queda pensando Jehová y luego dice:
-Tienes razón. A mí también me aburren mucho.
Se sienta Dios en el sillón al lado de Homer y pregunta:
-¿Cómo va el juego?
La irreverencia de los irreverentes debe servir a los reverentes para no atentar contra la reveren-cia.
¡Hasta mañana!...