Si una mujer, cualquiera, tuviera los ojos de esta gata, yo me enamoraría de ella.
Los ojos de esta gata tienen color de jade en la mañana, y de esmeralda al declinar el sol. Cuando me miran parece que me hacen una dádiva, como si todos los otros objetos de este mundo fuesen más dignos que yo de esa mirada. Se fijan en mí esos ojos y parecen dos frías llamas que igual me pueden incendiar que convertirme en hielo.
Ojalá no halle nunca en mi camino una mujer con esos ojos. Ahí naufragaría mi nave, y me hundiría yo con ella. Mas me hundiría sonriendo, con esa vaga sonrisa que tienen los enamorados, sonrisa al mismo tiempo de locos y de iluminados.
¡Hasta mañana!...