¿Recuerdas, Terry, cuando íbamos por el campo aquella tarde, en el verano, y súbitamente comenzó a llover? La lluvia fue una fiesta para ti. Corrías jubiloso entre las hierbas húmedas, y tus ladridos acompañaban al lejano trueno.
Ahora que está lloviendo, amado perro mío, te recuerdo como eras en aquellos días. Latía en ti la fuerza de la vida; tu cuerpo era flexible como una vara de membrillo y al mismo tiempo fuerte como el tronco de un pino de la sierra. Cuando corrías parecía que tú mismo ibas adelante de ti y no te podías alcanzar.
Habrá otra tarde como aquella, Terry, y otro verano habrá. Yo iré por algún campo, y lloverá de pronto nuevamente. Escucharé ladridos, y veré un perro fuerte y ágil correr entre las hierbas húmedas. Tú y yo seremos otra vez. La fuerza de la vida, Terry, jamás deja de latir.
¡Hasta mañana!...