El padre Soárez charlaba con el Cristo de su iglesia.
-Sabes, Señor -le decía muy pensativo. Conforme tengo más años siento que me hago más bueno, más amoroso, más comprensivo y tolerante, menos severo y riguroso, más dado a la indulgencia y al perdón...
En los labios de Dios apareció una suave sonrisa.
-Uh, Soárez -le contestó a su amigo-. ¿Cómo crees entonces que me sentiré yo, que tengo todos los años del mundo?
¡Hasta mañana!...