¿Cómo llamarla? Algún hermoso nombre debo inventar para ella, un nombre parecido al de las heroínas de las novelas pastoriles o de caballerías: Brisena, Corisanda, Alcida, Felisarda, Belisa, Florisel...
No puedo yo decirle los nombres que la gente usa para designarla: marrana, cochina, puerca y los demás. Ella es eso -¿cómo poder negarlo?-, pero no es nada de eso. Es una hermosa criatura sonrosada, gorda y mofletuda, que en el chiquero amamanta a sus cerditos y los arrulla con leves gruñidos que son canción de cuna, amoroso ronquido musical.
Te irás al Cielo, robusta y tierna madre de chata trompa y rabo en espiral. Tiene que haber un Cielo para ti, que todo has dado a tus puerquitos y que al final toda completa te darás. No pienses en nosotros, que merecemos aquellos duros nombres que no mereces tú. Piensa en aquel eterno paraíso donde -ten la seguridad- no existen el tocino ni el jamón.
¡Hasta mañana!...