Hoy hace una semana los heraldos negros golpearon la puerta de mi casa. No consiguieron derribarla, pero dejaron en ella las marcas de su paso.
A todos nos visitan alguna vez esos oscuros mensajeros. Por mucho ánimo que tengamos para recibirlos siempre nos llenan de temor, y su llegada nos exprime el alma. Es entonces cuando la voz de los amigos y su abrazo nos confortan. Ha de ser cosa horrible la desdicha sufrida en soledad.
Del fondo del corazón se alza una acción de gracias. Llegue a todos los que estuvieron con nosotros y nos ungieron con el bálsamos de su bondad. Ahora amamos más a los que amamos, pues estuvimos a punto de perderlos.
¡Hasta mañana