Murió en Saltillo don Eutimio Cuéllar Goríbar, cerca ya de cumplir los 100 años de su edad.
Bonísimo señor fue él. Tras su aparente traza de riguroso profesor de matemáticas había un hombre que era todo bondad y todo dulcedumbre. Poeta místico, escribió amorosas endechas a la Virgen. Gustaba de recorrer ese infinito laberinto, el ajedrez, y fabricó problemas laboriosos de mate en tres jugadas que sólo mi padre -decía el maestro Timo- podía resolver.
No se allegó dineros en la vida, pero fue dueño de las tres virtudes teologales y del santo saber de la humildad. Suave de trato y voz, era como un hermano franciscano arrobado ante el Señor y sus criaturas. Quizá en los números buscó la infinitud de Dios.
En Él descansa ya el alma cristalina de Timo Cuéllar, maestro queridísimo. Vive en nosotros su recuerdo, memoria de hombre bueno cuya vida fue al mismo tiempo guarismo, poema y oración.
¡Hasta mañana!...
