Llega el viajero a Amherst, Massachusetts, y visita la casa donde vive el tímido fantasma de Emily Dickinson.
Callada e introvertida era ella. Una vez hizo un viaje a Filadelfia, y ahí se enamoró de un hombre que estaba ya casado. A nadie dijo de su amor, conocido tan sólo tras de su muerte por una página que guardó con llave.
Después de aquel viaje ya no salió nunca de su casa. Escribía cartas a sus amigas y parientes, y las enviaba con un sencillo regalo: panecillos que horneaba ella misma, o flores del jardín. También hacía pequeños poemas con imágenes rutilantes: un colibrí era "un eco de esmeralda"; el viento del invierno llamaba a su ventana "como un hombre cansado"...
La gente consideraba rara a Emily Dickinson. No lo era. El amor imposible no es rareza.
¡Hasta mañana!...