El predicador y su discípulo recibieron la gracia de estar cerca del Cielo y ver el cortejo de los bienaventurados que entraban en el paraíso.
Al frente iban aquéllos que en el mundo habían hecho buenas obras. Al final marchaban los que se entregaron al cumplimiento de los ritos.
-¿Por qué van en ese orden? -preguntó el joven discípulo al ángel que presidía el cortejo.
-Es fácil de explicar -respondió él-. Las buenas obras son más importantes que los ritos. Por eso los que hicieron en vida obras de bien entran primero al Cielo que los que se limitaron a cumplir con el ritual.
El predicador, alarmado, llamó aparte al joven y le dijo en voz baja:
-No le hagas caso. Mira: “Buenas obras... Ritos...”. No van en orden de importancia; van simplemen-te en orden alfabético.
¡Hasta mañana!...