Jean Cusset, ateo con excepción de cuando va en avión y hay tormenta eléctrica, dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas, como siempre- y continuó:
-La alegría es cosa de Dios, en tanto que la amargura es cosa del demonio. Para agarrar las almas el diablo se vale de la melancolía, de ese constante estado de tristeza que debilita el ánimo y lo hace presa fácil del tedio, ausencia del bien y antesala del mal.
-Para algunos -siguió diciendo Jean Cusset- la fe es cosa de risa. Y les asiste la razón, pues el que tiene fe se alegra, aun en sus tribulaciones, con la esperanza de un tiempo mejor. Su vida, en vez de llenarse con el hastío de la pesadumbre, se llenará con el gozo del amor.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!...