Dos cuervos hacen acrobacias en los trapecios del aire. Suben juntos al vértice del cielo y luego se desploman como si hubiesen muerto en lo alto. Se elevan otra vez cuando ya están a punto de tocar la tierra, y graznan un himno jubiloso.
No es éste el tiempo en que los cuervos se aparean. Lo que estoy viendo ahora no es cortejo nupcial: es juego puro. Juegan como los niños o los muchachos estos pájaros negros, y su juego es una danza de vida en el azul que bruñe el sol.
Si hay todavía algún profeta sentencioso que anuncie el fin del mundo lo tomaré por las solapas de sus profecías y lo haré levantar la vista al cielo, para que vea los volatines de los cuervos funámbulos. Su juego es vida, y la vida es un eterno juego. En él hemos estado; en él estaremos otra vez. Y con nosotros estos cuervos que ahora se pierden en el mismo horizonte del que ayer vinieron.
¡Hasta mañana!...