Hay muchas maneras en que un hombre se puede arruinar.
Cierto día el hijo menor de don Abundio, muchacho de 20 años, le hizo una confesión.
-Padre -le dijo-. Anoche jugué a las cartas. Pero le juro que nunca más vuelvo a jugar.
-¿Qué sucedió? -preguntó el viejo.
Avergonzado respondió el muchacho:
-Perdí mil pesos.
-¡Gracias a Dios! -exclamó entonces don Abundio lleno de alegría-. Lo peor que te habría podido pasar es que hubieras ganado mil pesos.
Hay muchas maneras en que un hombre se puede arruinar.
El juego es una de las más tontas y aburridas.
¡Hasta mañana!...