Hay en el cementerio de Ábrego una tumba. Si supiéramos oír lo que las tumbas dicen esto es lo que oiríamos:
"... Fui hombre rico. Mis tierras no se podían medir y mis ganados no se podían contar. Los hombres me envidiaban, y en secreto se me ofrecían las mujeres. Fui padre de hijos que ni siquiera conocí. Viajé por el mundo, vi muchos lugares, y al final supe que el mejor mundo era mi mundo, y el mejor lugar aquel que había dejado.
"Si regresé fue para estar aquí. Ahora no me lastima la envidia de los hombres ni me hiere la vanidad de las mujeres. Me duele, sí, no haber sabido que poca tierra se goza más que mucha, y que no hay peor riqueza que aquella que ni siquiera se puede calcular. Si viviera otra vez sería más sabio: procuraría no tener tanto...".
Así dice esa tumba del cementerio de Ábrego. Es la tumba de un arrepentimiento.
¡Hasta mañana!...