Tan libre soy al escribir, tan dueño de mí mismo, que no me da miedo hablar de la caída de las hojas.
Tampoco a las hojas les da miedo caer. Se desasen sin sobresaltos de la rama y se deslizan en espirales por el tobogán del viento. La secreta sabiduría que cada año beben en el árbol les ha enseñado que así como ahora bajan mañana subirán. También la vida hace espirales.
No nos guardan rencor las hojas por las vacuidades que hemos dicho durante siglos a propósito de su caída. Y eso que las han escuchado una y otra vez. Ellas nos ven caer -somos hojas del árbol de la vida-, y saben que en otra vida y en otro árbol nos volveremos a encontrar. Si supiéramos la lección que aprendió la hoja también nos desasiríamos sin temor de todo aquello a que estamos aferrados.
¡Hasta mañana!...