Nadie recuerda ya a San Céculo. En la Edad Media fue objeto de mucha devoción, y todavía por los años de la Revolución Francesa había en París, cerca de Notre Dame, una pequeña iglesia dedicada a él.
San Céculo se arrancó a sí mismo los ojos con un garfio. Quería ser ciego, dijo, para que la contem-plación de las cosas del mundo no lo apartara de la visión de Dios. La biografía del santo, sin embargo, oculta un dato que se debe conocer: San Céculo no goza de la presencia del Señor. Le dijo Él al apartarlo de su lado:
-Si yo hubiera querido que los hombres no miraran las bellezas de mi creación, los habría hecho ciegos a todos.
Honorio, obispo de Liguria, escribió un sermón acerca de San Céculo. Ahí se leen estas palabras: "Dios nos puso ojos para ver. Si no vemos seremos como ciegos que han extraviado los caminos del Señor y niegan Su obra...".
¡Hasta mañana