Mis amigos se burlan de mi afición a comprar toda clase de libros. Dicen que soy capaz, si está a buen precio, de comprar "Las dicotiledóneas de la región andina".
Yo me atengo a la sentencia cervantina: no hay libro, por malo que sea, que no tenga algo bueno. Y no compro libros malos. A veces compro, sí, libros raros. En ellos encuentro cosas interesantes y curiosas. En un recetario de cocina, por ejemplo, hallé una anécdota para la historia del arte.
Relata Mrs. David, autora de "Mediterranean Food", clásico de la literatura culinaria, que a Heléne, la cocinera de Gertrude Stein, no le caía bien Matisse, pues el pintor nunca le alababa los platillos que ella servía. En cierta ocasión la escritora le dijo a Heléne que Matisse se quedaría a cenar.
-En ese caso no haré un omelette -anunció con altivez la cocinera-. Serviré simplemente huevos revueltos. Los ingredientes son los mismos, pero el platillo muestra menos consideración, y él entenderá.
¿Habría imaginado alguien que en un libro de cocina se hallaría la historia del conflicto entre dos artistas?
¡Hasta mañana!