Me habría gustado conocer a ese jardinero. Cuidaba la hortaliza en el convento donde vivía Jan Ruysbroeck, cerca de Bruselas. Ruysbroeck era una luminaria de su tiempo. Se le llamaba El Admirable. Eminente filósofo y teólogo, las obras que escribió: "Bodas espirituales", "Las siete clausuras" y "El libro de la mayor verdad", se leían en todas las universidades europeas.
Un día Ruysbroeck fue al huerto y se puso a cortar las hierbas con la azada. Cuando llegó el jardinero se dio cuenta de que el abad había cortado y echado al fuego, junto a las hierbas malas, las que daban sabor a la comida y las que servían como remedio en las dolencias. Le dijo al superior: "Usted sabe de teologías, pero no de hierbas. Vuelva a sus libros del Cielo, que de este libro de la tierra yo sé más que usted".
Me habría gustado conocer a ese jardinero. Le enseñó al filósofo que todo saber es respetable, y que el sabio más sabio es el que tiene la sabiduría de reconocer que no lo sabe todo.
¡Hasta mañana!...