Para creer en Dios no necesito yo mirar el cielo lleno de estrellas. Me basta ver las cajas llenas de fruta en el supermercado.
Esa abundancia y variedad de dones sólo puede venir de una amorosa creación, y todo en la naturaleza nos habla de ese amor.
Yo celebro su espléndida bondad encendiendo en mi casa una velita cada día primero de mes.
Al cumplir ese rito tan sencillo me pongo en contacto con la divinidad y con su providencia, que ve por mí lo mismo que por el gorrión, aunque el gorrión lo merezca más que yo.
¡Hasta mañana!.