Creí al principio que eran las amarillas hojas del nogal que el viento hace caer como doradas monedas sobre la grama del jardín. Pero esas áureas criaturas se suspendían en el aire, y se elevaban luego sobre el muro, y descendían otra vez en raudos arabescos. Entonces me di cuenta de que los brillos de oro en el azul del cielo no eran hojas muertas: eran mariposas vívidas.
¿De dónde estas flores volanderas que siempre relacionamos con la estación primaveral? Para mí la naturaleza es como la mujer: la amo, pero no la conozco. No entiendo sus misterios, ni los prodigios súbitos que ofrece. Con plena intensidad gozo sus dones, sin embargo, y tras gozarlos intento sacar de ellos una gota de savia de saber. Lo que estas inesperadas visitantes me dejaron es una idea consoladora: no sólo la primavera tiene mariposas: también las hay en el otoño y el invierno; brillos dorados que se elevan por entre las hojas que el viento hace caer.
¡Hasta mañana!...
