Llegó sin aviso y me informó:
-Vengo haciendo emes.
El hombre hablaba con voz de ebrio. Ebrio de vino o de licor, quiero decir, porque también hay otras ebriedades: de amor, de vida, de saber, de Dios... Le respondí, por tanto, con cautela:
-De modo que viene usted haciendo emes.
-Así es -dijo-. Como usted podrá advertir, estoy borracho. Los borrachos, suele decirse, caminan haciendo eses. Yo he decidido ser distinto, y camino haciendo otras letras del abecedario. Hoy le tocó a la eme, pero ayer caminé haciendo efes, y me propongo caminar mañana haciendo equis, que es una letra muy interesante.
Yo lo felicité por su originalidad, y le manifesté que seguramente las letras del alfabeto le agradece-rían haber quitado a la ese el indebido monopolio que mantuvo durante tanto tiempo. Ya no me contestó el borracho. Se fue haciendo emes. Yo me quedé mirándolo con admiración: es bueno ser hombre de una sola palabra, pero no de una sola letra.
¡Hasta mañana!...